Categoría: Zonas Costeras

13 septiembre, 2024 0

Un futuro de océanos desiertos: pesca, acuicultura y cambio climático

Por: Lizbeth Ferrer Miranda, Adriana Lucía Trejo Albuerne y Francisco Guerra Martínez. El cambio climático ha provocado alteraciones significativas en los ecosistemas marinos, afectando gravemente la pesca y la acuicultura. La pesca ha sido una actividad fundamental para la humanidad desde tiempos inmemoriales, pero en las últimas décadas, los cambios ambientales derivados del calentamiento global y la sobreexplotación de los recursos pesqueros han puesto en peligro la sostenibilidad de esta práctica. Uno de los efectos más destacados del cambio climático es el calentamiento de los océanos, lo que provoca la migración de especies hacia latitudes más frías, afectando la distribución de los recursos pesqueros. Además, la acidificación de los océanos, resultante de la absorción de CO2, está dificultando la supervivencia de especies como moluscos y corales, que son esenciales para la biodiversidad marina y la economía pesquera. Por otro lado, el aumento del nivel medio del mar está afectando los ecosistemas costeros, como manglares y arrecifes de coral, fundamentales para la protección de la biodiversidad y la productividad pesquera. Las comunidades pesqueras, especialmente aquellas que dependen de la pesca a pequeña escala, son las más vulnerables a estos cambios, ya que carecen de los recursos necesarios para adaptarse a la nueva distribución de las especies. La acuicultura ha surgido como una alternativa para compensar la disminución de la pesca de captura, pero también enfrenta desafíos debido al cambio climático. La producción acuícola depende en gran medida de las harinas de pescado, cuyo suministro está en riesgo debido a la sobreexplotación y el cambio en la disponibilidad de las especies. Este escenario resalta la necesidad de buscar alternativas sostenibles que reduzcan la dependencia de los recursos marinos. Para mitigar los impactos del cambio climático en la pesca y la acuicultura, es esencial implementar estrategias de adaptación que incluyan la gestión sostenible de los recursos marinos, el fortalecimiento de las gobernanzas pesqueras y la promoción de prácticas resilientes. La cooperación internacional y la participación activa de las comunidades locales son cruciales para desarrollar y aplicar estas estrategias de manera efectiva. El cambio climático representa una amenaza significativa para la pesca y la acuicultura a nivel global. Sin embargo, con una gestión adecuada y la implementación de medidas de adaptación, es posible mitigar sus efectos y garantizar la sostenibilidad de estas actividades esenciales para la seguridad alimentaria y el desarrollo económico de millones de personas. ¡Te invitamos a leer el artículo completo!

16 mayo, 2022 0

En busca del coral…icolido

Por: Betzi Fernanda Pérez Ortega* Nuestra capacidad visual es sorprendente. Los seres humanos podemos distinguir diferentes formas y movimientos a distancias cortas y lejanas con un campo visual de 180°, menos que el de un gato, que es de 200°. A pesar de esta habilidad, a lo largo de la historia se han desarrollado diferentes objetos que han permitido que veamos más allá de lo que en primera instancia podemos apreciar y, con ello, se han descubierto otros seres vivos y formas de vida difíciles de observar a simple vista, aun si tuviéramos la vista de un gato. Hace muchos años, cuando mirábamos el mar y nos asombrábamos por las formas y los colores de los corales, desconocíamos a qué se debía. Ahora sabemos que los diferentes colores son aportados por miles de diminutas algas (llamadas comúnmente zooxantelas) que viven dentro del tejido de los corales. Entre estos dos organismos existe una relación de simbiosis. ¿Simbio… qué…? Sí, simbiosis. Se trata de una relación en la que dos organismos se asocian y son beneficiados uno del otro; por ejemplo, las algas por medio de la fotosíntesis proveen de alimento al coral, y éste, a su vez, brinda un espacio de protección a las algas. Las relaciones simbióticas no son las únicas que existen en la naturaleza, también están el canibalismo, el mutualismo y el parasitismo. Este último es tal vez uno de los más sorprendentes mecanismos de sobrevivencia; en él hay, en primera instancia, dos organismos que interactúan: el parásito y el huésped. Se le da el nombre de parásito porque vive a expensas del hospedero, pues lo utiliza como hábitat, se alimenta de él, crece en él, se reproduce en él, entre otras cuestiones, pero ¡ojo!, el parásito no es un asesino, no mata a su huésped (salvo algunas excepciones) porque ello significaría la pérdida de su sustento de vida y, por lo tanto, el fin de su propia existencia. No hay que subestimar los parásitos, pues son organismos que han desarrollado múltiples mecanismos para sobrevivir porque, contrario a lo que muchas personas piensan, vivir a expensas de otro no es sencillo. Antes de asentarse en un hábitat, el parásito debe sortear una serie de obstáculos, desde seleccionar un individuo sano, de buen tamaño, así como esquivar las defensas de este, hasta modificar conductas de los huéspedes, a fin de lograr su éxito reproductivo.          Gracias a los avances en las técnicas de secuenciación genética, se ha podido descubrir que en los corales no solo habitan las zooxantelas, sino también una serie de organismos eucariotas,[1] entre los que destacan los coralicolidos. Y aunque bien se pudieron nombrar de una manera más sencilla, en realidad esto concuerda con la complejidad de su asociación con los corales. Estos organismos no son sencillos de observar, de hecho, se sabe que existen debido a que, al realizar secuencias genéticas de los corales y sus simbiontes (las algas), los investigadores encontraron secuencias de ARN que no pertenecían a ninguno de esos grupos. Las secuencias “extrañas” estaban emparentadas con organismos que pertenecen a un grupo llamado Apicomplexa, que son microscópicos parientes cercanos a los corales y las medusas y son parásitos de una gran variedad de organismos. Para sobrevivir, los parásitos pueden adherirse a la superficie de su huésped, o bien penetrarlo para alojarse en su interior. Aquellos que eligen la primera opción son ectoparásitos y viven en la piel o las cavidades externas de sus hospederos. Por otra parte, los endoparásitos eligen una forma de vida dentro del huésped (como los coralicolidos), y son más frecuentes de encontrar en los intestinos, los riñones o el hígado de su hospedero, incluso pueden estar en la sangre. La estrategia de vida que prefieren los parásitos depende de factores evolutivos, por ejemplo, de los órganos de fijación que cada parásito ha desarrollado (ventosas, ganchos) y de su forma de reproducción y alimentación, entre otros. Los parásitos no son los “malvados” de la historia, ya que desempeñan un papel muy importante en las cadenas tróficas de los ecosistemas como reguladores de las poblaciones de los huéspedes, pero también se ha descubierto que realizan un papel como catalizadores de su conducta. Por ejemplo, los parásitos pueden modificar el comportamiento de su hospedero para que este sea una presa fácil para otro organismo, de manera que el parásito pueda completar su ciclo de vida. El parasitismo en una estrategia de vida que se encuentra en organismos de diferentes grupos taxonómicos. Si observas un árbol de la vida, de esos con muchas ramificaciones que reflejan la historia de la vida en el planeta, podrás ver, por ejemplo, el grupo de los hongos y sus diferentes especies que están emparentadas, o bien el grupo de los mamíferos, y cómo, según la familia a la que pertenecen, se agrupan en especies. Pero los parásitos no la ponen fácil, por ejemplo, tan solo entre los helmintos, a los que también se les llama gusanos parásitos, los parasitólogos reconocen cuatro grandes grupos: platelmintos, acantocéfalos, nematodos y anélidos; sin embargo, entre ellos no existe relación de parentesco porque evolutivamente han tenido distintos orígenes. Más aún, hay especies parásitas que pertenecen al grupo de los hongos o de los vertebrados, por lo que no se encuentran clasificadas en los grupos mencionados. Seguirles la pista a los parásitos no es sencillo, sobre todo a los endoparásitos. La cuestión con los parásitos internos es que, para observarlos y estudiarlos, necesariamente se necesita que el huésped esté muerto porque se requiere diseccionar sus órganos. Aún más difícil es seguir la pista de aquellos parásitos que por su pequeño tamaño son imperceptibles a nuestros ojos, y cuya presencia está indicada únicamente por su secuencia genética, como el caso de los coralicolidos. Por ello, a estos parásitos de los corales también se les ha denominado genotype-N o ARL-V (por sus siglas en inglés, que significan Linaje Relacionado a los Apicomplexa), y propiamente no se ha descrito alguna especie. Para registrar una nueva especie, ya sea de planta, hongo, reptil o insecto, los…

17 marzo, 2022 0

Sargazo, ¿el próximo oro verde?

Por: Ricardo Bruno Hernández Alvarado* Este video explora una serie de ideas en donde el sargazo ha sido manipulado y utilizado para diversos fines, de acuerdo con la ciencia y el sector privado, como: Cada uno de estos rubros se explora en brevedad para darle un panorama general y se recomiendan diversas referencias por si alguien de la audiencia desea profundizar. Se pretende despertar interés en la comunidad de Yucatán, así como en al resto de la república mexicana por haber sido noticia nacional hace algunos años.  *Profesor de la Licenciatura en Manejo Sustentable de Zonas Costeras, ENES-Mérida, UNAM

3 marzo, 2022 0

Cultivo vivo

Por: Nicole Hernández Russi* “Siempre voy a la pescadería para ver precios. —Mire señora, este es un producto súper bueno, es sano, no tiene grasas malas […] es pura proteína. —Ay sí, pero está feo, oiga. Y he logrado que se lleven el pulpo. A mí me gusta cocinar y de paso les doy recetas, como el pulpo en escabeche, es buenísimo”. Dieciséis años de trabajo es lo que lleva el Dr. Carlos Rosas investigando el pulpo rojo (Octopus Maya) en las instalaciones de la UMDI (Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación), en el puerto de Sisal, Yucatán. Antes de que estas se construyeran, él empezó trabajando con camarón. Sin embargo, a su llegada al estado, el gobernador en turno pidió a la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) hacer algo por el pulpo rojo, especie que solo puede encontrarse en la península de Yucatán y es de gran relevancia económica. El Dr. Rosas, en cierto modo, se había agotado por el estudio del camarón y decidió trabajar con el otro recurso como su segundo amor. “Es como cuando te enamoras por segunda vez, tienes el ansia de aprender y descubrir y siempre el temor de fallar, es como un nuevo amor”. Al igual que al comenzar cualquier nueva relación, quiso cambiar las circunstancias y empezar a conectar el Laboratorio de Ecofisiología de Organismos Acuáticos con uno de los actores más importantes de la zona costera: los pescadores. Les comentó sobre el proyecto pero no mostraron interés, sin embargo, sus esposas sí. Fue entonces cuando empezó a trabajar en conjunto con las señoras: los investigadores proveyeron de los tanques y los pulpos silvestres, mientras que ellas consiguieron alimento para pulpo (desechos de producción pesquera, jaiba, etcétera), con lo que empezaron de cero una asociación y cooperativa que permanece hoy en día. Sin ideas certeras sobre lo que encontrarán, el investigador decidió lanzarse de lleno al estudio del pulpo. En conversaciones con otros colegas de la academia, le comentan sobre las dificultades de la crianza del pulpo: se escapan de los tanques y se comen entre sí. Aun con todas las dificultades que llevan consigo los inicios, lograron que los pulpos crecieran aceleradamente. Al final, las señoras se quedaron con los pulpos para su venta, y el doctor y su equipo, con los datos. “Siempre empujamos al grupo de señoras a que tuvieran su propio medio, a que escalaran la producción del pulpo de laboratorio a uno comercial. Se consiguió el dinero por medio del programa de pequeños subsidios de las Naciones Unidas. Ahora ellas colaboran con nosotros”, comenta sobre la granja de pulpo de la cooperativa, que iniciará operaciones el próximo año. En esta nueva relación entre el Dr. Rosas y el pulpo había dos problemas principales: la reproducción y la alimentación. Las hembras solo desovan una vez en su vida y lo hacen en cuevas oscuras; en el laboratorio, las hembras ponían los huevos en el nido y los tiraban por estrés. El equipo del investigador se percató de que había muchos factores por controlar, principalmente la luz. De esa forma, se acordó que en el cuarto de desove hubiera luz roja tenue. A su vez, desarrollaron incubadoras de huevos para poder manejar bien a la hembra en un lugar, y a los huevos en otro. Fue entonces cuando se comenzaron a producir embriones y, posteriormente, crías. En cuanto a la alimentación, se desarrolló un alimento especial basado en el proceso de liofilización, que consiste en una sublimación: el producto se mete congelado en la máquina, que extrae el vapor de agua sin pasar por el estado líquido, y queda en la parte superior del equipo el producto con sus propiedades naturales sin agua, con la cual pueden hacer la harina para el alimento. Con la reciente adquisición del equipo, la cual fue por medio de una donación, pasaron de producir 100 gramos de alimento a la semana a producir de 2 a 3 kilogramos. Pero no todo es felicidad. El Dr. Carlos y su equipo están investigando qué sucedería con los pulpos en los casos de olas de calor, cada vez más frecuentes en el mundo. “El problema del cambio climático no solo es el incremento del calor, sino que las variaciones estacionales son cada vez más drásticas. […] Los pulpos son sensibles a la temperatura y entre 22° y 26 °C se desempeñan muy bien. Ya hemos observado que embriones y juveniles provenientes de hembras estresadas térmicamente tienen tasas de crecimiento menores porque sus tasas metabólicas van en aumento. Tenemos una hipótesis, la herencia epigenética. Los animales experimentan una condición ambiental a la que no están del todo adaptados o puede tener efectos de una generación a otra. […] Los pulpos son animales que desovan en invierno. Si el invierno es corto y la temperatura en primavera o verano es muy alta, son los embriones o juveniles los que presentan problemas. Si el verano es muy tórrido y hay una ola de calor, aunado a un invierno corto, las hembras van a experimentar dicho problema metabólico”, afirma. En todo caso, en las instalaciones de la UMDI se estudian embriones, juveniles y reproductores en distintos escenarios. Con respecto al cambio climático, el Dr. Carlos comenta: “Nosotros no le podemos bajar la llave al calor, podemos producir información que permita a alguien que tome las decisiones para que se prevean cosas. En México esa cultura no es tan clara. En nuestro país no hay previsión […] son los hijos o los nietos quienes lo van a ver. Los que lo estamos sabiendo somos nosotros. No les podemos echar la culpa a los abuelos porque no sabían, nosotros ahora lo sabemos, entonces tenemos una responsabilidad conceptual, porque sabemos, somos cómplices. […] Tenemos esta bola de cristal que nos indica con los datos de una investigación lo que pudiera ocurrir ante olas de calor más frecuentes […] un año no es un problema, baja la producción y la industria se ajusta, pero dos, tres, cuatro años seguidos… y es lo…