Vagones Cargados con “Progreso y Desarrollo”

Vagones Cargados con “Progreso y Desarrollo”

16 diciembre, 2024 3
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Por: Derek Alejandro Araujo Losa*

De pequeño, una pregunta que me hacía a mí mismo a menudo era: “¿Cómo crees que será el futuro?”. Yo me imaginaba algo, valga la redundancia, futurista. El concepto típico que viene a la mente, implantado por las películas de ciencia ficción de Hollywood: autos voladores, grandes rascacielos blancos con cristales, robots humanoides… Conforme fui creciendo, mi respuesta se volvió cada vez menos específica, hasta el punto en el que solo respondía: “Con más tecnología para todos”.

Sin embargo, hace poco, en una clase, nos hicieron una pregunta distinta. En lugar de responder libremente a nuestro concepto de cómo imaginamos el futuro, nos cuestionaron: “¿Es siempre bueno el desarrollo?”. Teníamos que ponernos de un lado u otro del aula según nuestra opinión. Casi todos se pusieron del lado izquierdo –no estaban de acuerdo–, otros se ubicaron en el centro –estaban algo de acuerdo–, y yo fui el único que se colocó, sin duda, hasta el extremo derecho; para mí, el desarrollo era siempre bueno.

La profesora se sorprendió con mi respuesta y me preguntó el porqué. Me expliqué con lo que, más tarde, descubriría que tenía un nombre: postdesarrollo.

Antes de que hablara, mis compañeros señalaron que no siempre era bueno. Dijeron algo como: “El desarrollo puede propiciar la pérdida de usos y costumbres de culturas y afectar de forma negativa a comunidades indígenas que no quieren que ese desarrollo llegue y les cambie su modo de vida”.

Ante esto, respondí: “Bajo mi concepto de desarrollo, no solo se trata de lo material y tecnológico, también lo social. Una sociedad desarrollada sabría cómo introducir nuevas tecnologías sostenibles para mejorar la calidad de vida de todos, sin poner en riesgo los usos y costumbres de los pueblos originarios, respetando su integridad y cultura”.

Este concepto que tenía en mi mente es muy parecido a lo que, un mes después, leería como la definición de postdesarrollo: “revalorización de las culturas vernáculas, la necesidad de depender menos de los conocimientos de expertos y más de los intentos de la gente común de construir mundos más humanos, así como cultural y ecológicamente sostenibles” (Escobar, 2009, p. 20). En otras palabras, cuidar y valorar las culturas originarias, tomando en cuenta sus conocimientos e incluyéndolos en los saberes de la academia, manteniendo un equilibrio no solo en términos de progreso económico o tecnológico, sino también social y cultural.

Cuento esto con el fin de demostrar que empatizo de forma muy grande con la propuesta del postdesarrollo que presenta Escobar (2009). Me parece que, al hablar de desarrollo y progreso, se dejan de lado los temas sociales, usando métricas únicamente económicas y tecnológicas para medir los “logros y avances”. Esto omite los conocimientos ancestrales y la estabilidad social, incluso arrollándolos, con el fin de imponer “orden y progreso”.

En el documental El tren y la península se habla de cómo, a los pueblos originarios que se verán afectados por la construcción del Tren Maya, se les dice que este es un proyecto necesario, pues traerá “desarrollo a la región”. Curiosamente, cuando se habla de desarrollo para defender este megaproyecto, se emplean ideas muy similares a la teoría de la dependencia. Una teoría que Escobar (2009) señala como perteneciente a los años 60 y 70, hace más de 50 años. Los defensores del proyecto argumentan que traerá inversión económica a la región y que esta podrá desarrollarse por sí sola, asumiendo que depende de otras. Mientras tanto, Escobar (2009) señala que “las raíces del subdesarrollo se encontraban en la conexión entre dependencia externa y explotación interna” (p. 18), una visión que coincide perfectamente con los argumentos a favor de este megaproyecto.

Por otro lado, los miembros de estas comunidades responden con una pregunta sencilla, pero que los defensores del “desarrollo” no pueden responder: “¿Y nosotros, para qué queremos este ‘desarrollo’, si ya vivimos felices?”. Una frase que me impactó fue la de un señor mayor en el filme, algo así como: “El campesino es un rey. Vive como un rey: se despierta temprano, va unas horas a la milpa, recolecta su cosecha, llega a su casa y su mujer ya tiene comida lista en la mesa. El resto del día lo aprovecha para estar con su esposa e hijos, descansar y andar un rato en el monte, en la naturaleza. ¿Sí o no es un rey?”.

En estas comunidades se vive un claro postdesarrollo: son autosuficientes, viven en paz, no requieren ayuda externa, pero son repudiadas por el resto porque “no aportan nada, solo dependen de nuestros recursos”. Desde una visión capitalista, su autosuficiencia es un obstáculo para empresas y gobiernos: no generan riqueza económica, lo que las pone en desventaja. Por eso, proyectos como este se imponen a la fuerza, obligando a las comunidades a generar riqueza mediante la creación de necesidades inexistentes.

Finalmente, las comunidades postdesarrolladas en territorio maya son un ejemplo a seguir. Cubren sus necesidades, son felices, independientes, sustentables y sostenibles. Sin embargo, requieren ayuda para evitar que este balance sea perturbado por los intereses de empresas privadas y gobiernos. Aunque son resilientes y han enfrentado injusticias antes, cuando el opresor es tan fuerte, cualquier ayuda es bienvenida.

Ahora así me imagino el futuro: con comunidades autosuficientes, independientes y resilientes, que integran el conocimiento académico y ancestral. Este es mi nuevo concepto de desarrollo: social, tecnológico, económico y ambiental.

Referencias

Richards, S. y Kruger, A. (Directores). (2023). El tren y la península. Dos Tohs, Mutual Aid Media.

Escobar, A. (2009). El «post-desarrollo» como concepto y práctica social. Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización, pp. 17-31.


*Derek Alejandro Araujo Losa es alumno de la Licenciatura en Ciencias Ambientales (1er semestre)