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21 diciembre, 2024 0

¿Qué tan “Kuhniana” es Radioactive (2020)?

Por: Fausto Cervantes Castañares La película Radioactive (2020) es una biografía de la famosa científica Marie Curie, quien vivió y participó en una era de cambios sin precedentes en el conocimiento científico en las disciplinas de la física y química. Gracias a esto, lo que se pretende hacer en esta reseña es analizar la película desde el lente de un investigador que dedicó su vida a entender estos momentos de revolución científica: Thomas Kuhn, y determinar que tanto esta biografía se alinea a la interpretación de Kuhn de la historia de la ciencia. A mediados del siglo pasado una voz enunció una grieta en la ciencia que se había estado gestando desde los principios de la modernidad y que concluyó a las catástrofes bélicas nunca vistas antes que hoy en día ya conocemos. Esta voz fue de un físico y filósofo llamado Thomas Kuhn, que tras haber sido partícipe de una de estas guerras (la Segunda Guerra Mundial) logró determinar que la ciencia es más humana de lo que se hacía parecer a sí misma. El científico estadounidense proveniente de una familia bien establecida con nacimiento en 1922, inició su trayectoria en la Física pura hasta obtener su tesis doctoral. Posterior a este grado fue invitado a impartir cursos de la historia de la ciencia donde adquirió un gusto por el tema, esto combinado con su involucramiento con otras ciencias como la sociología y la psicología llevó a que observara algo que otros no habían visto acerca de los mismos procesos que usaban las personas para generar conocimiento de donde obtuvo materia prima para su teoría central que hoy en día ha radicalmente cambiado cómo entendemos la herramienta más sofisticada que tenemos para entender el mundo: la ciencia (Campos et. Al). La teoría de las revoluciones científicas, planteada por Thomas Kuhn  a mitad del siglo veinte, fue una brillante respuesta a las emergentes anomalías que estaban surgiendo en el estudio de la historia de la ciencia, es decir, que bajo sus propios términos Kuhn creó una revolución en cuanto a las prácticas historiográficas del pensamiento científico. Aunque también bajo términos del paradigma que creó, no fue solo él quien hizo el cambio sino también involucró a toda la comunidad de historiadores de la ciencia esta ruptura de la historia normal de la ciencia, asimismo, no acumuló más conocimiento científico, más bien llevo a una reestructuración de los valores y prácticas de su disciplina (Hacking, 2018). Pero ¿esto qué tiene que ver con la película Radioactive (2020)? Esta es una película biográfica de la vida de Marie Curie, participe en su propio tiempo de otra revolución científica: la teoría nuclear, lo cual analizaré más adelante. Pero, antes hay que recordar que, al ser una producción de ficción histórica destinada a un público general, no necesariamente sigue los paradigmas de la historia de la ciencia como los sugiere Kuhn, sin embargo, sí se nutre de ellos para producir una expresión artística, y generar un imaginario de que es la ciencia en el público general. De esta expresión audiovisual, podemos entonces determinar qué elementos sí se asemejan a la teoría de Kuhn y cuáles no. Esto luego podría ser útil para determinar cómo existe la ciencia en el imaginario de la sociedad y por ende el rol de esta en la civilización, sin embargo, esta reseña no cubrirá aspectos tan amplios, pues requiere de un mayor muestreo de películas similares. Antes de identificar los elementos Kuhnianos de la película, considero importante la mención de la revolución científica a la cuál perteneció Marie Curie Sklodowska y un poco sobre el trabajo que realizó.  A finales del siglo XIX ocurrió una revolución científica drástica en las disciplinas de la física y de la química, tan solo en un periodo de tres años la comunidad científica develó un mundo previamente desconocido y misterioso, el de la radiación y las partículas elementales. Empezando en noviembre de 1895 y el descubrimiento de los rayos x por Roentgen, seguido por el descubrimiento de los “rayos de uranio” de Bequerel (1896), el electrón por Thompson (1897) y cerrando con el descubrimiento del radio y el polonio de 1898 por Marie Curie. Esta serie de descubrimientos cambiaron el paradigma fisicoquímico de tal forma que en las siguientes décadas ocurrieron múltiples revoluciones científicas en la física resultantes de estas anomalías en la mecánica clásica que no podía explicar el comportamiento de estas diminutas partículas. Curie fue revolucionaria en dos sentidos, en primera instancia, fue quien encontró suficientes anomalías para bautizar la radiación con su nombre, creó una teoría que explicaba mejor lo que ocurría a una escala microscópica que los “rayos de uranio” y halló este fenómeno en el radio y el polonio lo que le llevó a ganar 2 premios nobel (uno en física y el otro en química). En segunda, ella fue la primera mujer en tener posiciones oficiales dentro de la academia y obtener los reconocimientos por su trabajo científico (Langevin-Joliot 1998). En la película, los elementos “Kuhnianos” que pude identificar fueron por ejemplo, la resistencia que recibieron Marie y Pierre al desafiar las prácticas de la ciencia normal que era la química y física de su tiempo, este desafío surgió explícitamente del momento en que al practicar la química con los métodos que existían en aquél entonces, surgieron mediciones anómalas que solo podían ser explicadas de otra forma (por otra teoría). Por otro lado, también es queda muy claro el mensaje de la naturaleza colaborativa por medio de la crítica constructiva en la práctica de la ciencia, como ejemplos están 1) la alianza profesional de Marie y Pierre y 2) las escenas de la obtención de los vastos recursos sociales y económicos que se necesitaron para su descubrimiento, como las toneladas de minerales utilizados etc… Asimismo, se ve reflejada la insistencia de Kuhn en recordarnos que la ciencia, a pesar de estar sujeta a la evidencia empírica, es imposible que esté libre de sesgos individuales y psicológicos de los miembros de una comunidad científica. Como por ejemplo…

17 marzo, 2022 0

Por qué el derecho no es una ficción

Por: Martin Fricke* Esta breve reflexión filosófica argumenta que las categorías que dependen de nuestra realidad social, por ejemplo, la noción de paternidad en el derecho mexicano, no deberían ser llamadas ficciones solo por ser constructos sociales. Hablar así borra la distinción entre constructos sociales ficticios (como los que podría inventar un autor de ciencia ficción) y constructos sociales reales (aquellos que existen en nuestra sociedad). En el VII Coloquio La UNAM en la Península, organizado por el Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM, bajo el título “La ficción en las humanidades y las ciencias sociales”, el Dr. Pedro Salazar Ugarte, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, dictó su conferencia magistral, “El derecho como realidad y como ficción”. Una de sus tesis, acerca de la cual me permito reflexionar aquí, es que el derecho, en muchas ocasiones, opera con categorías o suposiciones ficticias. Menciono dos de sus ejemplos: si una mujer casada da a luz un hijo, la ley mexicana automáticamente reconoce a su esposo como el padre, incluso si el verdadero padre biológico es otra persona. Aquí el concepto de padre jurídico del bebé es una ficción, según el Dr. Salazar. El segundo ejemplo es la cosa juzgada. Si una persona fue sentenciada por un crimen y agotó todas las instancias para apelar la decisión, su sentencia se convierte en cosa juzgada, es decir, una decisión irrevocable, incluso si surge nueva evidencia que la contradiga. En este caso, es posible que la sentencia sea ficticia, una irrevocable verdad jurídica que no coincide con la realidad. El doctor argumenta que, aunque el derecho a menudo opera con ficciones, puede tener un verdadero impacto en la realidad. Así, por ejemplo, el padre jurídico en la realidad tiene que cumplir con las obligaciones que el derecho le impone. La conferencia del investigador fue perspicaz y nos da mucho para pensar. Pero aquí quiero cuestionar si en realidad es correcto caracterizar el derecho como ficticio en los casos señalados. Me parece que él tiene razón en describirlo como un constructo social, pero una cosa es decir que el derecho es un constructo social, y otra, que es ficticio. Veamos: puedo imaginar una sociedad en la que el matrimonio es un contrato legal que puede celebrarse entre tres personas del mismo o de diferentes sexos. En esta sociedad imaginada, el matrimonio es diferente de la institución legal de este que existe en México hoy en día; en ambas sociedades, en la imaginada y en la real, es un constructo social, es decir, una institución que solamente existe porque las personas aceptan que existe. No se trata de una realidad física, como una corriente de agua que existe independientemente de lo que la gente cree. Me parece que la diferencia entre el matrimonio imaginado y el de México es que el primero es ficticio, mientras que el segundo es real. El matrimonio entre tres no existe como institución legal en nuestro país, por eso se trata de un constructo social ficticio, en cambio, el matrimonio que sí existe aquí es un constructo social real. El problema con la propuesta del Dr. Salazar es, a mi parecer, que confunde la distinción entre ficción y realidad con la distinción entre lo que es constructo social y lo que no lo es. La cosa juzgada es una sentencia que tiene realidad social porque pertenece al derecho que se acepta (en general) en nuestra sociedad. No se trata de una ficción que solo tiene realidad en un mundo que no existe. La idea de describir la realidad social como una ficción no es exclusiva del doctor, también la encontramos en un ejemplo espectacular: el primer best seller de Yuval Noah Harari: Sapiens. De animales a dioses: una breve historia de la humanidad. Este autor no solo afirma que todas las categorías legales son ficciones, sino también las de las religiones, las naciones y el dinero, en resumen, toda la realidad social es ficción. Según él, cuando aprendimos a hablar de ficciones, hace aproximadamente 70 000 años, se dio una revolución cognitiva, la cual nos permitió “cooperar flexiblemente en grandes números”, por ejemplo, como naciones sostenidas por mitos compartidos. Evidentemente, es muy llamativo decir que todos nuestros logros civilizatorios se basan en ficciones. Pero en analogía con mi argumento anterior, deberíamos preguntar cuál es, por ejemplo, según Harari, la diferencia entre el dinero (yo diría real) que usamos para hacer compras en las tiendas y el dinero (yo diría ficticio) que usamos para jugar Monopoly. Harari dice que todo nuestro dinero (incluso el que llamé real) es una ficción, así que parece que él no puede hacer esta distinción entre el dinero real y el ficticio. La solución que ofrece en su libro es que las ficciones que a él le interesan no son “mentiras”, sino realidades imaginadas en las que todos creen y que por eso pueden ejercer una gran fuerza en el mundo real. (Las ideas de Harari expuestas en este párrafo se desarrollan en el capítulo 2 de su libro.) Sin duda, porque soy filósofo este extraño vocabulario llama mi atención (y no las demás profundas afirmaciones de los autores). A mi modo de ver, una cosa solo puede ser o real o ficticia, no ambas a la vez. En consecuencia, la realidad social, lo que algunos llaman nuestros constructos sociales, no puede ser una ficción, aunque, a diferencia de la realidad física, depende de la existencia de los humanos y sus creencias. Y de paso, vale mencionar que no toda ficción, por no ser real, es una mentira. Las novelas de Gabriel García Márquez, por ejemplo, son ficciones porque describen cosas que en realidad no existen, pero no por ello se trata de conjuntos de mentiras, es decir, afirmaciones que tienen como objetivo engañar al lector. Ajustar el vocabulario como aquí sugiero puede evitar malentendidos, aunque tal vez no ayude a producir un best seller. * Investigador del Departamento en Humanidades y Sistemas Sociales, ENES-Mérida, UNAM.