La biblia y la ciencia: el origen de nuestra insensibilidad hacia la naturaleza

La biblia y la ciencia: el origen de nuestra insensibilidad hacia la naturaleza

29 septiembre, 2022 3
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Por: Francisco Guerra Martínez*

Génesis 1:28. Y los bendijo Dios diciéndoles: sean fecundos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.

Génesis 1:30. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.

Miren que lo tomamos muy en serio. Nos multiplicamos tanto que casi somos 8 000 millones de personas sobre el planeta. Cada uno requerimos de alimentos y demás bienes que obtenemos de la naturaleza a costa de su sobreexplotación. Aunque cabe resaltar que casi el 10% de la población mundial padece hambre, entonces, ¡algo no funciona bien!

Regidos por un modelo político y económico que privilegia el utilitarismo y que muestra una crisis global, desde que dejamos el nomadismo -esto aproximadamente hace 12 mil años- nos mantenemos con un ritmo de transformación del planeta que ha modificado la mitad de los ecosistemas.

Con el nacimiento de las grandes civilizaciones, nuestro afán de dominación de la naturaleza nos llevó a tratar de explorar cada rincón de la superficie terrestre, para conocerlo, para controlarlo. En ese entonces la religión imperaba en la sociedad -y aún lo hace-, el conocimiento se obtenía mediante la palabra revelada y plasmada en los escritos bíblicos. 

Fue en la biblia donde se plasmó la insensibilidad que los seres humanos tenemos hacia la naturaleza. La manera tan desvergonzada en que nos relacionamos con el ambiente, lo aprovechamos y lo sobreexplotamos como si fuéramos la única especie sobre el planeta tiene su origen allí. Este pensamiento occidental que rige el actual modo de vida y aprovechamiento de la naturaleza se fundamenta en la religión judeocristiana -al igual que en la filosofía griega-.

Después, desparpajada, con todos los hallazgos que ha traído, llegó la ciencia, sus primeros fundamentos fueron establecidos por Francis Bacon. Sugirió que la naturaleza debía ser conocida y dominada para obtener beneficios para el ser humano a través de la ciencia. La autonomía y la libertad del humano lo ubicaba por encima de toda entidad viva o no. Esta ha sido la bandera, incluso para la investigación científica actual.

Mi generación aún se formó en la insensibilidad hacia lo vivo y a la naturaleza en general. Nuestras salidas a campo siempre fueron depredadoras, arrasábamos con plantas, flores, insectos y muchos elementos más. Erosionábamos laderas y pisoteábamos bosques casi intactos. Todo cobijado por el adiestramiento científico.

Las prácticas en laboratorio eran insensibles, en nuestro afán de aprendizaje acribillamos cobayos, ratas, gallinas y ranas. Con toda normalidad. Pensar que esas ideas son arrastradas desde el siglo XVII cuando Descartes propuso que los humanos somos la sensibilidad y racionalidad andando, mientras que las plantas, animales y demás seres vivos eran catalogados como materia inerte e insensible.

La frase trillada “en pleno siglo XXI” seguirá siendo útil, a pesar de su cotidianidad, nuestro modo de vida ataca los derechos de los demás seres vivos. La desigualdad de género y el racismo nos enseñan que será difícil entendernos como parte de la naturaleza dada la ausencia de respeto entre la propia humanidad. Sin embargo, lo sostengo, el proceso es largo y tardado, pero seguimos el rumbo, seguimos desarrollando mayor sensibilidad sobre nuestro entorno.

Puede sonar difícil de digerir, incluso se preguntarán, y este amigo de dónde saca estas ideas, la verdad es que mucha gente de ciencia ha realizado los planteamientos que traigo a la mesa y los mantienen como su línea de investigación; por ejemplo, los invito a consultar los trabajos del Dr. Ricardo Noguera Solano de la Facultad de Ciencias de la UNAM. 


*Francisco Guerra Martínez es profesor de la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Mérida, de la UNAM. Es apasionado de la divulgación y la comunicación de la ciencia. Sus líneas de interés se centran en la resiliencia y la vulnerabilidad, el análisis espacial, la ecología del paisaje y el cambio climático.