A propósito de las mujeres: “Miss Revolución”

A propósito de las mujeres: “Miss Revolución”

26 marzo, 2022 0
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Por: Paloma Fernanda Valdez Ayala*

Al echar una mirada atrás en mi paso por la universidad, me sorprende que tenía 18 años cuando, a través de mis colegas del salón, recién fui introducida al término “interseccionalidad”. Ciertamente, me parece desconcertante que hasta dicha edad haya por fin conocido, e incluso, escuchado enunciar este vocablo, debido a que hoy me es completamente común ver lemas en los que esta palabra es clave, sobre todo en vísperas de las marchas del 8 de marzo, como por ejemplo: “el feminismo es interseccional o no será”. Y, aunque, creo que puede resultar un concepto bastante asequible una vez que ha sido explicado en función a ser una herramienta para el análisis que nos permite dimensionar que “las desigualdades sistémicas se configuran a partir de la superposición de diferentes factores sociales como el género, la etnia y la clase social” (ParlAmericas, 2022), para mí, los medios audiovisuales suelen ser excelentes opciones para aterrizarnos en otras realidades, y de esta forma, dicho sea de paso, nos permite dilucidar la interseccionalidad más allá de términos teóricos. 

Una de las cosas que siempre repito cuando me preguntan por qué me gusta tanto el cine o incluso la televisión, es porque, me parece que, dada su masividad, tienen la responsabilidad de generar no solo entretenimiento, sino que, en dichos medios, converge una gran potestad de creación y difusión, (o en su debido caso, destrucción y aislamiento), que está en posibilidad de ayudar a acercarnos, develar, o comprender lo que pasa, o ha pasado a lo largo del tiempo en nuestras sociedades, a través de historias, que me gusta dibujar como la creación de potenciales contextos compartidos, en los que, puede que no te encuentres bajo las mismas circunstancias de aquellas personas que ves en pantalla, pero, puedes de alguna manera, empatizar, o incluso identificarse con sus personajes y lo que les sucede.  

Por todo lo anteriormente dicho, hoy me gustaría compartir una recomendación: la película “Miss Revolución” de la directora Philippa Lowthorpe, que se encuentra en la plataforma de Netflix, después de ser lanzada originalmente en salas el año 2020, retrata como por allá en los aparentemente lejanos años 70´s, el certamen Miss Mundo sufrió la protesta de un grupo de mujeres que se oponían ante la realización del concurso, exponiendo que éste, es una de las mayores celebraciones a la opresión femenina y al patriarcado. En consecuencia, me parece válido que una como espectadora se cuestione: “¿Qué hay de novedoso en un grupo de mujeres protestando contra la ejecución de esta contienda?, ¿qué perspectiva distinta nos ofrece este metraje?”, pues incluso, en la misma cinta, a un nivel a mi percepción, autor reflexivo, uno de los personajes pregunta: “¿Qué no hay cosas más urgentes sucediendo en el mundo, que hablar de un concurso de belleza?”

No obstante, el asunto es que, tanto en los setenta, así como ahora, las luchas de las mujeres no han cesado por buscar la realización de algunos objetivos que podrían verse como comunes, sin embargo, dentro de éstas, las mujeres de contextos privilegiados suelen ser las que más visibilidad reciben. Aunado a esto, ante los ojos mediáticos, constantemente se cataloga casi cualquier acción de protesta ejecutada por mujeres, como un acto feminista, sin tomar constancia de si realmente aquellas ejecutoras se identifican de dicha forma, y lo que es más apremiante aún, como si existiese un feminismo universal en donde encerrar todo acto de cierta índole, de tal forma que se ha convertido en una narrativa casi generalizada el que, muchas veces, en conveniencia a lo que clasifican en los medios de comunicación predominantes o bajo el escrutinio social más conservador, determinado acto sea calificado automáticamente de feminista, casi en su mayoría con connotaciones peyorativas, y otros sean registrados como “aceptables” (por lo general siendo alejados del concepto de feminismo de la narrativa oficial), como resulta ser evidente después de leer por unos minutos las notas que cubren las protestas del 8 de marzo. 

Si bien es cierto que, el asunto no va de dividirnos y entender que unas luchas no excluyen otras, sí es completamente necesario comprender que, así como variedad de mujeres existe, en tanto sus condiciones y por consiguiente, diversidad de necesidades y batallas hay, y no todas pueden ser realizadas bajo los mismos métodos o perspectivas, empezando por el simple hecho, de que no todas disfrutamos de las mismas oportunidades, y es en este aspecto, lo que encuentro más valioso de esta película, pues, me parece que de manera muy interseccional, el argumento bajo el cual se desarrolla la historia de nuestras protagonistas, más allá de ir únicamente por la evidente crítica con respecto a lo misógino y capitalista de mercantilizar un show que se basa en juzgarnos de acuerdo a estándares de belleza hegemónicos y hacernos competir en relación a los mismos, también se encarga de hacer consciente que esta competencia -la cual me parece, sigue teniendo un gran nivel de atención mediática actualmente, y al fin y al cabo, es un ejemplo que podríamos aplicar a muchos otros ámbitos que tienen que ver con comprender la relevancia del derecho a la representación- es algo claramente político, al evidenciar que hasta el año 1970, no solo había sido la primera vez en que una concursante negra, proveniente de la región denominada como África del Sur (que en realidad comprende 6 países) habría sido finalista superando a la representante blanca que era oriunda de Sudáfrica, sino que, además, resultó ser la primera ocasión en la historia hasta ese momento, en que una concursante negra, Jennifer Hosten, originaria de Granada, salió victoriosa llevándose la corona, pese a que, después fue relevado, en realidad, los jueces habían votado por la representante de Suecia, esto, en pleno periodo del apartheid (es decir, el sistema de segregación racial en Sudáfrica), hecho que no hubiese sido posible de no ser por la presión de grupos que ya venían gestando sus ánimos de disconformidad ante la guerra de Vietnam, y el antes ya mencionado, apartheid, además de los movimientos por los derechos civiles. 

Sumado a esto, en la película no solo se nos muestra la perspectiva de las detractoras e incluso, ligeramente se nos narra un poco de lo vivido por las mujeres que estaban inmersas en la organización de la competencia, sino que, abarcan de igual manera, por qué era importante para algunas competidoras ganar, pues más allá de significar ser “reconocidas por su belleza”, para muchas mujeres ahí contendientes, simbolizaba tener entrada a una plataforma, a la que por sus contextos, no hubiesen podido acceder de otra manera, y esto queda más que claro, cuando la ganadora, Jennifer Hosten, entabla una breve conversación con una de las protestantes llamada Sally, que tras felicitar a Hosten por su victoria, es cuestionada por la sinceridad detrás de dicha congratulación, por lo que posteriormente, la primera le responde que “la lucha no es contra ustedes, de verdad” (es decir, contra las participantes). Jennifer procede a decirle que es consciente de que muchas niñas afuera verán el certamen y se sentirán diferentes “[…] porque yo gané. Que jamás imaginaron que no tenían que ser blancas para tener un lugar en el mundo”, por consiguiente, Sally le reitera su felicitación, no obstante, le pregunta si no le parecía que ponernos a competir con base a nuestra apariencia “hace que el mundo se vuelva más estrecho para todas”, en tanto la coronada reina, se limita a contestarle: “bueno Sally, solo diré que, espero tener las mismas opciones que tu en la vida” (en referencia a que ésta, además de ser blanca, contaba con educación universitaria, y había sido invitada a un programa de televisión para hablar en nombre del movimiento de protesta).

 A lo largo de la hora y media que dura este filme, logra construir, aunque sea de manera breve, un universo en el que se desarrollaron 3 perspectivas distintas respecto a un mismo tema; mujeres que desde sus “propias trincheras” estaban buscando hacerse de un lugar por sobre sistemas que les condicionaron para creer que debían cumplir un papel específico asignado por el “deber ser” de sus contextos sociales, en las que les atravesaban su género, etnias, y niveles socioeconómicos, y lo logra de tal manera, en que se hace comprender al auditorio que, una lucha no es más valida que otra, y que si bien, solemos hacer mención en nuestras protestas que debemos combatir unidas las violencias patriarcales, es igualmente pertinente cuestionarnos que hay luchas graduales que requieren ser llevadas por las protagonistas de sus propios ámbitos locales bajo sus propios procesos y que también es necesario hacer constantes revisiones a nuestra lectura con respecto al patriarcado, pues como ha sido descrito ya, no todas sufrimos las mismas desigualdades ya que no todas estamos bajo las mismas circunstancias y condiciones. Me parece importante recordar que conceptos como los anteriormente citados -patriarcado, feminismo e interseccionalidad- deben ser herramientas que nos ayuden a analizar nuestros contextos, más no siempre, asumirlos como verdades absolutas e inamovibles en la vida de las mujeres con las cuales interactuamos o incluso en las propias. Mantengamos como una constante, el acompañar, hasta donde nos sea permitido, posible y sano, los procesos de nuestras amigas, hermanas o compañeras. Que lo más importante no es luchar contra las mujeres que “están en el concurso de belleza” sino, contra todo lo que sostiene un sistema que valida como necesario el competir entre nosotras y que, más allá de ser feminista o no, y manejar términos teóricos o no, nuestros actos políticos más significativos, son a través de los cuales cuidamos y se mantienen nuestros vínculos con otras mujeres. 

References:

Lowthorpe, P. (Director). (2020). Misbehaviour [Motion Picture].

ParlAmericas. (2022, marxo 10). Interseccionalidad. Retrieved from ParlAmericas: https://parlamericas.org/uploads/documents/Intersectionality_es.pdf


*Alumna de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales, ENES-Mérida, UNAM.