Todo lugar debe tener un mercado. Trabajo etnoecológico en el mercado de Chuburná.

Todo lugar debe tener un mercado. Trabajo etnoecológico en el mercado de Chuburná.

9 diciembre, 2023 0
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Por: Fernando Aguilar, Sarahi Antonio, Bruno Cruz, Demian Díaz, Leonardo Domínguez, Cloe Dupont, Gabriela Hurtado, Andrea Juárez, Rebeca Leal, Arturo Medina, Amairani Melgoza, Ailyn Mendoza, Joyce Morales, Alejandra Moreno, Jorge Nava, Emmir Polanco, Ximena Ramírez, Monserrat Torres, Iván Torres, Ámbar Zamora. Profas: Adi Lazos y Alba Valdez.*

Tradiciones, sonidos y colores

El 31 de agosto de 2023, dentro del curso de “Etnoecología y Patrimonio Biocultural”, las alumnas y alumnos de 7mo semestre en Ciencias Ambientales aplicaron instrumentos derivados de preguntas de investigación diseñadas en clase, enfocadas a conocer la integración de los conocimientos y prácticas tradicionales dentro del mercado de Chuburná, ubicado en la colonia del mismo nombre, en la Ciudad de Mérida, Yucatán. Actualmente, este mercado desprende colores y sonidos característicos de un área con gran interacción social, destacando los saberes que fluyen entre las voces y experiencias de sus usuarios y vendedores.

Vista del mercado desde fuera. Imagen de Ximena Ramírez.

Específicamente se abordaron temas sobre los lugares de proveniencia de los productos vegetales que se ofrecen, el patrimonio biocultural a través de la preparación de cochinita pibil, las plantas medicinales dentro de los productos ofrecidos y los cambios del mercado a través del tiempo.

Estudiantes realizando encuestas. Imagen de Demian Díaz.

El transitar del mercado 

El mercado de Chuburná significa “casa llena donde se costura” —en palabras de un poblador— Chu (lleno), Bur (costura) y Na (casa). Lugar que actualmente es conocido por las prácticas, experiencias y relaciones que albergan sus trabajadoras y trabajadores, así como la memoria histórica del lugar. Existen personas que han trabajado más de 30 años en el lugar y han percibido las modificaciones desde la transformación de un conjunto de puestos informales a un mercado oficial con infraestructura administrada por el municipio de Mérida.

El mercado y las personas que le dan vida han resistido los efectos de la expansión urbana, la competencia con supermercados, las dificultades con las distintas administraciones del ayuntamiento e incluso la pandemia de Covid-19, reforzando así el vínculo entre quienes venden, quienes compran, prácticas, saberes y productos (plantas, vegetales, frutas, platillos tradicionales, jugos, dulces, etc.).

Puesto de abarrotes dentro del mercado. Imagen de Andrea Juárez.

El establecimiento de infraestructura y de una comunidad del mercado facilitó que las y los vendedores ya integrados, como los que se incorporaron hace no más de cinco años, encontraran un lugar acogedor para participar en un sistema de economía y convivencia local. El mercado y las personas que le dan vida han resistido los efectos de la expansión urbana, la competencia con supermercados, las dificultades con las distintas administraciones del ayuntamiento e incluso la pandemia de Covid-19, reforzando así el vínculo entre quienes venden, quienes compran, prácticas, saberes y productos (plantas, vegetales, frutas, platillos tradicionales, jugos, dulces, etc.).

En el mercado se pueden encontrar espacios de venta de fruta y verdura. Las vendedoras y vendedores que cosechan sus propios productos de venta representan un porcentaje menor, en comparación de aquellas y aquellos que las consiguen gracias al comercio nacional de diversos estados de la República Mexicana. Los estados que predominan son Tabasco, Chiapas, Puebla y Ciudad de México. Asimismo, también hay productos locales que provienen de municipios de Yucatán como Akil, Maxcanú, Muna y Oxkutzcab.

Puesto de licuados y jugos. Imagen de Andrea Juárez.

Por otro lado, en los puestos de comida, como el de la cochinita pibil, las y los cocineros no solo se sienten representados por la receta y la preparación del platillo, sino también por la herencia e historia familiar, que es importante mencionar, va más allá de solo ser un oficio. Tanto quienes la cocinan, como los clientes que la consumen, generan un vínculo con los ingredientes propios de la región, las prácticas de elaboración y el patrimonio biocultural de la región.

La dinámica continúa con la venta de plantas aromáticas, comestibles y aquellas con propiedades curativas. Algunos ejemplos son la albahaca para el malestar estomacal; la hierbabuena para conciliar el sueño y la buena digestión; las hojas de guayaba para la tos y gripe; y el romero para el crecimiento del cabello. Las vendedoras de plantas, en su mayoría mujeres, aprendieron sus usos de generación en generación. Actualmente, ellas obtienen un beneficio económico propagando las plantas medicinales de la región para sus usos tradicionales.

Un espacio de trascendencia biocultural

Los mercados desempeñan un papel fundamental en la intersección de ambiente y sociedad, como lo muestra la venta de cochinita pibil y de plantas de uso comestible con propiedades curativas, que representa la memoria histórica y patrimonio biocultural de Chuburná. Finalmente, a pesar de los múltiples cambios por parte de la temporalidad de ventas, la adquisición de productos nuevos, la pandemia, la relación con el ayuntamiento y los consumidores, entre otros, las y los comerciantes se han adaptado y retroalimentado para continuar con el comercio local que les sustenta y disfrutan como parte de su existir cotidiano.

    En virtud de las encuestas realizadas durante esta salida de campo, se encontró que el mercado de Chuburná es un espacio de interacción entre comerciantes, consumidores y productos. Estos últimos mayormente asociados con diferentes partes del país, lo que refleja la diversificación de culturas en productos locales y foráneos. Los conocimientos tradicionales se insertan en el dinamismo social del mercado, incluso dentro de esta ciudad y es un sitio emblemático y representativo del valor cultural y del patrimonio biocultural de la región yucateca.

    Importancia de los mercados. Elaborado por Joyce Morales, Andrea Juárez, Rebeca Leal, Victoria Chavira, Iván Torres y Sarahí Antonio.


    * Estudiantes del curso “Etnoecología y patrimonio biocultural” 7º semestre Licenciatura en Ciencias Ambientales, ENES Mérida UNAM.