Fernand Braudel y los tiempos de la historia

Fernand Braudel y los tiempos de la historia

26 agosto, 2025 1
Whatsapp
Facebook
Instagram
Twitter

Por: Rubén Torres Martínez*

Fernand Braudel (1902-1985), fue uno de los historiadores más influyentes del siglo XX. Nacido en la Francia de la III República, le tocó testimoniar la emergencia y desaparición de la IV República, así como el nacimiento de la actual V República. Su gran aporte a la ciencia histórica fue la manera de concebir el tiempo histórico al proponer una visión estratificada y compleja del devenir humano. Su enfoque, profundamente arraigado en la escuela de los Annales, rompió con la tradición historiográfica centrada exclusivamente en los eventos y personajes destacados, y propuso una mirada más amplia, más profunda y más estructural. Para ilustrar su concepción del tiempo, Braudel recurrió a una ingeniosa metáfora: “el estudio de la historia es como la observación del mar”. Lo que le interesa al historiador es mirar la superficie agitada por las olas, pero simultáneamente contemplar las mareas sin olvidar las inmensas y silenciosas profundidades oceánicas. Así, Braudel distinguió tres ritmos temporales que coexisten y se entrelazan: el tiempo corto, el tiempo mediano y la larga duración o longue durée.

El tiempo corto, el tiempo individual: las olas del acontecimiento

El primer nivel temporal que Braudel identifica es el tiempo de corta duración, el tiempo corto, el tiempo individual, el tiempo del acontecimiento. Este ritmo corresponde a hechos puntuales, los eventos que marcan la superficie de la historia: guerras, revoluciones, tratados, descubrimientos, fundaciones, elecciones, sexenios. Es el tiempo más socorrido por la narrativa histórica, se focaliza en fechas, héroes y momentos decisivos. Braudel lo compara con las olas del mar, que se levantan, rompen y desaparecen rápidamente. Son visibles, espectaculares, pero efímeras. Este tipo de historia, aunque útil para comprender ciertos aspectos del pasado, resulta limitada si se la toma como única fuente de interpretación. Para Braudel, los acontecimientos son importantes, pero deben ser contextualizados dentro de ritmos más amplios que les dan sentido. El historiador que se queda en este nivel corre el riesgo de perder de vista las fuerzas subyacentes que moldean esos eventos.

El tiempo mediano, el tiempo de las instituciones: las mareas de la coyuntura

El segundo ritmo temporal es el tiempo de mediana duración, el tiempo mediano, el tiempo de las instituciones, el tiempo intergeneracional. Aquí entran en juego las coyunturas, los ciclos económicos, sociales y políticos que se desarrollan a lo largo de décadas, generalmente a la escala de una generación, pero que influyen en la subsecuente. Braudel lo compara con las mareas, que suben y bajan según las estaciones, afectando la costa de manera más profunda y duradera que las olas. Este nivel permite observar patrones, tendencias y fluctuaciones, pero igualmente valores, tradiciones y costumbres que no son evidentes en el análisis de eventos aislados. Por ejemplo, los ciclos de expansión y contracción económica, las transformaciones demográficas, los cambios en las mentalidades colectivas o en las formas de organización social y política (instituciones). La historia de la coyuntura revela cómo las sociedades se adaptan, resisten o se transforman frente a contextos cambiantes. Es una historia más estructurada que la del acontecimiento, pero aún sujeta a variaciones y contingencias.

La Longue durée, la larga duración, el tiempo geográfico: las profundidades de las estructuras

El tercer y más profundo nivel temporal es la longue durée, la larga duración, el tiempo geográfico, el tiempo inamovible, el tiempo que nos rebasa. Este ritmo corresponde al tiempo casi inamovible de las estructuras, aquellas realidades que cambian tan lentamente que parecen eternas: el paisaje geográfico, las formas de vida, las mentalidades colectivas, las estructuras económicas y sociales de fondo. Braudel lo compara con las grandes profundidades del mar, que permanecen inalteradas por las tormentas de la superficie o por los cambios estacionales. En este nivel, la historia se convierte en una especie de geología social, donde el historiador estudia las capas más estables y duraderas de la existencia humana. La longue durée permite entender cómo ciertas configuraciones culturales, económicas o territoriales persisten durante siglos, condicionando el desarrollo de los acontecimientos y las coyunturas. Se trata de una historia silenciosa, pero poderosa, que revela la verdadera dimensión de las fuerzas que modelan el mundo.

La importancia de Braudel en la actualidad. Una mirada panorámica y multidimensional

La aportación de Braudel no se limita a la identificación de los tres ritmos temporales, sino a su insistencia en considerarlos simultáneamente. Considera que la historia no es una sucesión lineal de hechos, sino una trama compleja donde interactúan distintos niveles de temporalidad. Esta perspectiva permite una comprensión más rica y matizada del pasado, donde los eventos se explican no solo por sus causas inmediatas, sino también por las coyunturas que los enmarcan y las estructuras que los condicionan. Braudel invita al historiador a observar la panorámica y desde distintos ángulos (una mirada totalizante), para poder abarcar desde el detalle fugaz hasta la profundidad estructural.

La concepción braudeliana del tiempo histórico ha tenido profundas implicaciones para la historiografía (ciencia de la historia). Al desplazar el foco del acontecimiento hacia las estructuras, abrió la puerta a nuevas formas de hacer historia: la historia económica, la historia de las mentalidades, la historia del medio ambiente, entre otras. También cuestionó la centralidad del individuo en el relato histórico, proponiendo una visión más colectiva y sistémica. En lugar de héroes y fechas, Braudel propone estudiar redes, procesos y configuraciones. Su enfoque ha influido tanto a historiadores como a sociólogos, economistas, antropólogos, politólogos, geógrafos y, más recientemente, ecólogos, terrólogos y ambientalistas, quienes han adoptado su visión estratificada del tiempo para analizar fenómenos complejos.

Para cerrar: observar la historia como observamos el mar.  

Podemos concluir que Fernand Braudel nos enseñó a mirar la historia como un mar en movimiento, donde las olas, las mareas y las profundidades coexisten y se influyen mutuamente. Su concepción de los tres ritmos temporales —el tiempo corto del acontecimiento, el tiempo mediano de la coyuntura y la longue durée de las estructuras— nos invita a pensar el pasado en capas, a descubrir las fuerzas visibles e invisibles que han dado forma a la experiencia humana. Esta mirada no solo enriquece nuestra comprensión del pasado, sino que también nos permite entender mejor el presente y anticipar el futuro. Porque, como el mar, la historia nunca está quieta, pero tampoco se mueve al azar.


*Rubén Torres Martínez es profesor del CEPHCIS de la UNAM.