Cómo te extrañamos, Stephen Hawking
Por: José Manuel Posada* Stephen Hawking y la ELA El paciente con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que más tiempo ha vivido fue Stephen Hawking, físico y cosmólogo inglés, quien falleció en marzo de 2018, conocido tanto por sus méritos científicos como por ser un exitoso comunicador de la ciencia, labores que lo incorporaron en la cultura popular del mundo entero de tal manera que reconocemos inmediatamente la imagen del investigador postrado en una silla de ruedas, ya que durante más de 25 años fue parte de anuncios y series de televisión, documentales, películas, caricaturas, páginas de internet, memes, redes sociales y noticieros. Hawking fue asiduo en los medios de comunicación y sus opiniones científicas y no científicas causaban expectación en una gran cantidad de personas, vinculadas o no con la ciencia. A Hawking le diagnosticaron ELA, enfermedad que ataca las células del cerebro y del sistema nervioso que controla el movimiento de los músculos, cuando tenía 21 años y sólo tendría dos de vida, auguraron los médicos. Pero Stephen se mantuvo en pie con ayuda de bastones hasta los 30 y posteriormente pasó postrado 46 años en una silla de ruedas o en una cama. Y aunque nunca más se volvió a incorporar pues poco a poco fue perdiendo la movilidad del cuerpo y las fuerzas de los músculos, logró vivir hasta los 76 años, dos menos que el promedio de vida de los ingleses, por lo que se convirtió en un caso médico único en la historia. Al final de sus días sólo podía mover, de forma voluntaria, una parte de la mejilla derecha, suficiente para comunicarse mediante un sistema computarizado que convertía a sonido las palabras que formaba, letra por letra, en la pantalla de un ordenador. De aquí la voz metálica con la que lo relacionamos pues era incapaz de producir palabra alguna con su boca. Cuando a Stephen le diagnosticaron ELA sucedió algo diferente a lo que solemos escuchar cuando desahucian a alguien, como caer en una larga depresión, aislarse o intentar suicidio. Se sabe que era un estudiante flojo, sobre todo en Oxford donde estudió su licenciatura, pues confiaba mucho en su inteligencia, lo que le permitía sobrellevar la universidad e, incluso, sobresalir, pero a partir del diagnóstico médico, el cual le provocó una depresión menor, comenzó a reorganizar su vida escolar y a enfocarse en su investigación doctoral en Cambridge, por dos factores. Primero, por lo obvio, pasaban los días y… seguía vivo. Segundo, por cuestiones sentimentales. Estaba enamorado de Jane Wilde, estudiante de lenguas, con quien se comprometería, se casaría y a la postre tendría 3 hijos. En un estado avanzado de la enfermedad y con ciertos problemas motrices, Hawking escribió en Cambridge su tesis doctoral con el ya famoso capítulo 4, donde propone que en el origen del universo debieron existir condiciones similares a las de una singularidad. Es decir, compara, por primera vez, el origen del universo con un agujero negro, lo que le valió un reconocimiento generalizado de sus colegas más allá de sus profesores de la universidad. ¿Quién, médicamente desahuciado, con poco tiempo de vida (era el diagnóstico oficial), tiene cabeza para generar ideas sobresalientes? Quizás pocos. Éste es uno de sus grandes méritos. Llegarían otros. La tesis de doctorado de Stephen Hawking da indicios de lo que será su futuro. No sólo se trata de un científico con una profunda relación e interpretación física de las matemáticas que, de por sí, son de primer orden, sino que perfecciona, en su cabeza, un pensamiento abstracto basado en la memoria, similar a las partidas de ajedrecistas a ciegas donde uno de los contendientes menciona en voz alta la jugada que realizará mientras el otro la imagina y recrea en su cabeza. Así es que Hawking, por sus problemas motrices, realiza buena cantidad de su trabajo matemático de manera mental pues su cerebro nunca se vio afectado por la enfermedad. Y aunque a Stephen se le reconoce, antes que nada, como físico y cosmólogo, su trabajo con los números estuvo a la altura de cualquier matemático puro de primera, tanto que tuvo a su cargo la cátedra del área más famosa del mundo: la Lucasiana de Cambridge. Hawking, a pesar de ser científico, no estuvo ajeno a cierto tipo de creencias o pensamiento sin fundamento, como cuando se rehusó hasta el insulto a sentarse permanentemente en una silla de ruedas pues a los veintitantos años, a su parecer, todavía podía caminar con el bastón. Suponía que en el momento en que se sentara en una silla ya no iba a haber vuelta atrás pues le significaría un paso a la tumba, cosa que no iba a dar. Su enfermedad estaba ahí, con o sin silla, pero él se auto engañaba, creía que mientras caminara todavía iba a faltar mucho para morir. ¿Quién no se ha puesto un velo de la misma manera, de forma ilógica, aunque sea para asuntos menos importantes que los de Stephen? ¿Todos? Jane, su esposa, fue quien lo obligó a sentarse, porque, literalmente, las fuerzas no le alcanzaban a ella. No podía llevar a una recién nacida en un brazo, al pequeño detrás, prendado de la falda, las cosas de la familia en una bolsa sobre el hombro y, además, soportar medio cuerpo de su esposo en el brazo libre porque lo de andar con ayuda del bastón no era del todo cierto. Para 1970 Stephen usaba silla de ruedas y parte de las obligaciones de los estudiantes que atendía académicamente era el de asistirle por su estado físico. Todos los méritos científicos y como comunicador de la ciencia de Stephen Hawking los desarrolló con la ELA avanzada, caso único en la historia de la ciencia que quizás no se valore en su justa dimensión debido a lo familiar que todavía se nos hace el personaje, a lo natural que era su presencia. Pero hay que resaltarlo: existen pocas personas, dentro y fuera de la ciencia, que han conseguido logros equiparables a los de Hawking en…