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3 febrero, 2025 0

Ecocuento: La caza de las mariposas

Por: Sebastián Medina Reyes*** Introducción El campo representa un momento maravilloso por muchas cosas. No obstante, el contacto con la fauna, ya sea incidental u requerido, destaca como una de las joyas más apreciadas por quienes tienen la fortuna de adentrarse en el “monte”. La caza de las mariposas A mí me contaron que si tocabas las alas de una mariposa, ésta no podría volver a volar nunca más… A lo mejor eso no es cierto en Campeche.  Como parte de nuestras prácticas de campo de tercer semestre, tuvimos la enorme oportunidad de visitar parte de la Reserva de la Biosfera Calakmul, descansando y recargando estómagos en la localidad de Zoh-Laguna. Hay mucho de qué hablar sobre lo que en este lugar y en la reserva ocurrió, pero la caza de mariposas destaca por su singular desafío.  A unos cuantos cientos de metros del poblado principal, yacía una hermosa aguada cuyo perímetro era caminable; uno podría tardar unos 15 minutos en darle una vuelta si el paso era calmado y regular. El sol pegaba fuertemente y las nubes estaban ocupadas desgraciando a otra gente. El tiempo era perfecto. El verdor respiraba a nuestro alrededor, los cientos de árboles alejados no se movían ante nuestra presencia y nos contenía una dona de vegetación que susurraba fuertemente con cada entrada de viento. En esta rotonda de natural fulgor y guiados por una excelente académica, fuimos instruidos en la colocación de redes para el conteo de lepidópteros. Después, se nos dio una deliciosa mezcla de fruta corrompida por el tiempo y la cerveza que a tepache olía. Dicho tepachito que a tu servidor se le antojaba era colocado dentro de las redes una vez que colgábamos estas a una altura que te pido no me preguntes. El tepache era para atraer a las mariposas, y teníamos que colocarlo en lo alto para discriminar insectos terrestres que no eran solicitados. Después de mucho esfuerzo por colocar las redes que aparentaban unas linternas cilíndricas pero sin luz en su interior, nos retiramos del sitio, esperando que nuestras amigas aladas aceptaran nuestra tramp-, digo ofrenda. Con los manjares colocados en bonitas casas de tela, nos retiramos a nuestro centro de operaciones.  Tiempo después, tras haber realizado otra actividad relacionada con el estudio de los suelos, regresamos a la laguna y todos comenzamos un recorrido por el lindero que la rodeaba, observando y manipulando las trampas que encontrábamos en el camino. El sol ya había bajado considerablemente y la noche no tardaría mucho en tomar el cielo, pero aún teníamos tiempo para caminar lentito y con parsimonia. La manipulación de los organismos debe hacerse con cuidado y de forma ética. En este sentido, nuestra profesora nos mostró cómo tomar una mariposa de sus alitas sin lastimarla (no te explicaré cómo para que no lo intentes y te pido que no lo hagas si alguien con el conocimiento y la autoridad no te ha dicho cómo). Así, una vez que ya habíamos contado el número de mariposas que dentro rondaba (sin distinguir las especies por nuestra falta de experiencia, mas contabilizando el número de estas que suponíamos que allí había), pudimos insertar nuestra mano dominante en las trampas y obtener de ellas las amigas que por el tepache habían sido atraídas.  La manipulación de los organismos debe hacerse con cuidado y de forma ética. En este sentido, nuestra profesora nos mostró cómo tomar una mariposa de sus alitas sin lastimarla (no te explicaré cómo para que no lo intentes y te pido que no lo hagas si alguien con el conocimiento y la autoridad no te ha dicho cómo). Así, una vez que ya habíamos contado el número de mariposas que dentro rondaba (sin distinguir las especies por nuestra falta de experiencia, mas contabilizando el número de estas que suponíamos que allí había), pudimos insertar nuestra mano dominante en las trampas y obtener de ellas las amigas que por el tepache habían sido atraídas.  Como te imaginarás, las mariposas son frágiles físicamente así que nuestras expresiones de alegría devenían en miradas de serios ajedrecistas, con ojos de fuego bien atentos a los dedos que sostenían criaturas tan hermosas como coloridas. Los suspiros eran naturales una vez que una mariposa volaba de nueva cuenta a su libertad y el ceño fruncido se transformaba en líneas faciales de asombro al presenciar un vuelo retomado. Obvio, no todo era tan lindo, porque no sólo las indefendibles mariposas entraban a nuestros bares de altura. Cuando veías una avispa y otra y otra dentro de la misma red, sabías que ibas a estar un buen ratito allí. Así que, en lo que procurabas alejar a la mariposa para poder tomarla sin que las avispas se creyeran demasiado y supusieran que eras un simple fanático buscaproblemas, tu cuerpo permanecía en suspenso tenso, tus ojos se cansaban de ver por dónde se movían las abejas tácticas y tu respiración era mucho más audible de lo habitual. Sin embargo, ¡bendito placer al lograr el cometido de sacar a las mariposas! Nada como salir ileso de una misión de rescate cuya causa principal fuiste tú. Bueno, no es por presumir, pero no me picó ninguna avispa.  Al final de la jornada, hicimos lo que pudimos y conseguimos una experiencia difícilmente olvidable. ¡Qué bonita es la carrera que nos ha permitido ese momento! ¡Qué canijas las avispas que harta concentración me infundieron! ¡Qué bonita es la vida! Sebastián Medina es estudiante de la licenciatura en Ecología ***

3 diciembre, 2024 0

Ecocuentos: anécdotas para amantes de lo verde y lo diverso

 Por: Sebastián Medina ReyesFotografía de portada: Daniela Zaldívar Mejía** Prefacio ¡Hola! Te doy la bienvenida a este pequeño tomo de anécdotas que me gustaría compartirte. Como estudiante de la carrera de Ecología en la ENES Mérida, he tenido diversas experiencias de naturaleza diversa que podrían serte útiles si estás interesad@ en saber algo de lo que te puede esperar en esta bella licenciatura. De no ser así, al menos deseo que puedan provocarte una sonrisa o engrandecer tus deseos por adentrarte en los misterios de la Tierra.  ¿Qué estás por leer? Bueno, cosas divertidas, interesantes y curiosas, pero sobre todo, un cachito de mi corazón que ha sido acariciado por la naturaleza que nos sostiene momento a momento. Agradeciendo tu interés, te presento el primer cuento:  Sobre piedra, entre mangle y bajo estrellas Hace menos de 2 años, bajo la emanación de intenso calor solar y de cero nubes, un grupo de alumnos de Ecología se adentraba en los territorios de la cabecera municipal de Río Lagartos, en Yucatán. En busca de un sitio para acampar que estuviera alejado del poblado principal, la camioneta en la que ellos viajaban se desplazó hasta una explanada blanca rodeada por manglar en cuyo centro yacía un ojo de agua con un fondo altamente arcilloso. Sin comodidad alguna además de un restaurante con rica comida y la presencia de sanitarios diferenciados con agua constante y excusados, los estudiantes analizaban el escenario sobre el que aplicarían conceptos estadísticos poco afianzados en la práctica. Una vez con las suelas en la blanca piedra, los estudiantes ignoraban la paulatina pérdida de la camioneta en lo que colocaban las tiendas de campaña dentro de las que descansarían más tarde y dejaron a merced del sol la supervivencia de zanahorias bebés y jitomates cada vez más asediados por las ondas de calor constantes. Nota: en campo no hay refrigeradores silvestres. Escoltados por dos académicos, un profesor y una profesora, los estudiantes se preparaban para una experiencia prometedora en donde se pondrían a prueba sus capacidades para generar investigaciones propias. Cayó la tarde y los alumnos, algunos agobiados por el calor, se movían entre el manglar formulando preguntas para su investigación que pudieran responder con lo que los rodeaba. Visionarios en su percepción, el grupo también preveía la dificultad que dichas preguntas supondría en los análisis de datos posteriores; por lo que varias de ellas eran ciertamente desechadas. Ya dentro del manglar, en ese mundo donde los edificios y el concreto son reemplazados por una invisibilidad de ramas, verde y carmín vegetal, y en donde el ruido de los carros es sustituido por un silencio falso si se le presta atención suficiente, los “ecorrucos” (apodo gestado por ser la primera generación de la carrera en la instancia de la UNAM en Mérida) sólo se encontraban entre sí gracias al aire llenado con sus gritos informativos e interrogativos. ¿Dónde estás! ¿Contaste 121 plántulas?… ¿Qué! ¿Ahhh, sí! ¡145!  ¿Dónde quedó Emilia! ¿Qué calor! ¡13 troncos! ¿De cuántos metros era el cuadrante! ¡Mangle rojo, mangle rojo! ¿Qué! ¡Mangle rojo! Uno piensa del naturalista o investigador consumado como el individuo metódico, observador y paciente, pero no se ahonda sobre cómo éste llega a ser así. Una imagen cierta de algunos que aspiran a tal silueta puede formarse mejor con elementos de seres escandalosos, pero motivados. Conforme la entrada de luz cambiaba de sitio a raíz de la danza solar, los ecorrucos continuaban tomando los datos que responderían las preguntas de investigación que ellos mismos se plantearon antes de insertarse en lo desconocido del monte con mangles y cangrejitos. Por su parte, los mosquitos locales, guiados por el dióxido de carbono que de los ecorrucos brotaba, rodeaban a la tropa y la deleitaban con su invasión acompañada de melifluo aleteo. Después de al menos 40 minutos de trabajo, los ecorrucos ya se habían fatigado. “¡Descansito!” La tropa detuvo labores y se redirigió al camino de regreso a la explanada.  De regreso al sitio sin moscos, en la periferia de la explanada donde sí había sombra dado el borde del manglar, el grupo retomó fuerzas para otra actividad donde continuarían con la toma de datos de pH en el agua que ya habían iniciado en la zona en la que se habían adentrado. La tarde continuaba y para cuando ya habían culminado su esfuerzo, los profesores dieron seña de final, con lo que los ecorrucos fueron liberados de sus labores académicas y se desataron a hacer lo que quisiesen. Unos comieron, otros nadaron en el ojo de agua central, otros descansaron en las tiendas de campaña… Tiempo después, el sol ya se despedía, no sin dejar un regalo de partida además de su último desplazamiento del día: un cielo multicolor a base de una paleta cálida, que poco a poco se enfriaba hasta dar paso al único tono nocturno. La ecotropa estaba lista para la noche, o al menos eso creía. Acompañados de una fogata, los ecorrucos y sus profesores bailaron, cantaron y compartieron alimentos por un rato hasta que llegó la hora de descansar. Antes de ello, algunos extinguieron las brasas del fuego que atestiguó y alumbró su diversión. Los profesores ya se habían retirado a sus tiendas de campaña.  Afortunadamente, varios decidieron observar la cúpula sobre sus cabezas sólo para terminar maravillados por la cantidad de estrellas que los observaban miles de años luz aparte. No era la primera vez que lograban ver abundantes estrellas en una salida de campo, pero daba la impresión de que tener ese privilegio siempre representaba una nueva primera vez. Los ecorrucos conocedores de las constelaciones compartían sus conocimientos mientras otros atendían ya sea a sus comparticiones o simplemente a la magnitud que el cielo emanaba. No hay duda de que tanta estrella en la bóveda celeste enciende las internas, de forma que en ese momento, no hay problemas ni molestias, sólo estrellas. En ese momento, también había hermandad y ésta se sentía aun cuando los ojos y miradas del grupo admiraban lo de arriba. Algunos aún se…