La maternidad es performatividad y performance: ¿Instinto maternal?
15 agosto, 2022Por: Jéssica Cisneros Totozaus*
La teoría de la performatividad fue fundamentada por la filósofa Judith Butler en su libro “El género en disputa” y, en resumen, Butler afirma que el género es construido a través de la performatividad repetida del mismo, es decir que, “actuamos” el género de acuerdo a lo establecido por las normas sociales.
Es decir, la sociedad asume que nuestros actos los definen nuestros genitales: Si nacemos con vulva, forzosamente estamos predestinadas a asumirnos como mujeres, con lo que esencialmente se reconoce como femenino, además de ser heterosexuales y con un gran sentido maternal. Entonces, conforme performamos estas características de lo femenino, también somos obligadas a asumir el rol social de lo que se espera de una “mujer” y la construcción social de la maternidad.
Actualmente, y sobre todo gracias a la era de la información, se ha abierto el diálogo respecto a la diversidad en las maternidades, existen desde ensayos al respecto hasta podcasts o cuentas de Instagram dedicadas al tema, con testimonios de mujeres sobre lo idealizada y romantizada la maternidad desde hace siglos, o bien, que ponen sobre la mesa lo difícil que es maternar, lo cansado que es física y mentalmente y, como resultado, miles de mujeres lograr conectar con ellas y comunicar sus propias dificultades personales, deseos, afectos, etcétera.
Por otro lado, se ponen de manifiesto las acusaciones por ser “malas madres” por no cumplir con las expectativas que tiene la sociedad de ellas y no solo en los medios donde comparten su sentipensar, también en círculos más delimitados como sus propias familias.
La crianza y la responsabilidad sobre lxs niñxs es algo que sólo se atribuye a las mujeres, mientras los hombres que aportan una mínima parte son adulados como “grandes hombres”, la maternidad también es un acto performativo que rara vez se cuestiona en voz alta, se sabe lo que es ideal, lo que se espera y el castigo social que es no cumplir con las expectativas de la sociedad y su firme creencia de que existe una esencia femenina además de tener el “instinto maternal” adherido.
La maternidad es un hecho cultural y no biológico, no es una necesidad fisiológica reproducirse y criar. Por un lado, entregarse a la maternidad sin cuestionárselo nos ha llevado a bucles de violencia intrafamiliar incontables, de madres a hijas o hijos, de padre a madre, de padre a hijas o hijos, etc., en el que tanto las madres como los hijos caen en una situación de vulnerabilidad.
El mito del instinto maternal funciona como una herramienta para el control social de las mujeres con todo lo que este conlleva: El amor de madre, los cuidados intensivos, el ser una “buena” madre (afirmación contradictoria pues, si biológicamente tuviéramos ese instinto, no habría necesidad de estar en mira de la sociedad esperando que desempeñemos el rol de “buena” o “mala” madre).
Entonces, si la maternidad es parte de los esencialismos de género, estos estigmas solo sirven para perpetuar la heteronorma y la idea colonial de que el cuidado de las infancias corresponde a una sola individua y no como algo que va más allá de un vínculo madre-hijx, el cuidado de las infancias como algo comunitario, como crianzas compartidas. La maternidad es performativa: parte de abolir estas construcciones, es entender la maternidad como una elección y no una obligación que se le atribuya a un deber ser de los cuerpos leídos femeninos.
*Alumna de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales. ENES-Mérida, UNAM.