Categoría: Desarrollo y Gestión

Ciencia Con Conciencia

15 agosto, 2022 1

El machismo en México y su representación en el lenguaje: metáforas y memes

Por: Jéssica Cisneros Totozaus* Hay tantas formas de emplear los recursos del lenguaje, y muchas veces, sin darnos cuenta son empleadas frases con connotaciones misóginas, machistas y opresivas, que promueven ideas y construcciones patriarcales interiorizadas por la mayoría de las mujeres y me atrevo a afirmar que los hombres en su totalidad. La metáfora es un recurso literario que se ha utilizado desde la antigüedad en la poesía y los textos religiosos, funciona de igual manera como un recurso cultural y político. Su estructura se basa en la asociación de un objeto o sujeto directamente con otro y permite expresar atributos de ellos. Las mexicanas y los mexicanos, así como cualquiera que conozca la vida cotidiana en México, puede saber que nuestra cultura está fuertemente influenciada por el machismo. Esto lo vemos desde las representaciones de los acontecimientos revolucionarios, así como en el cine y la literatura postrevolucionaria, en donde la identidad masculina mexicana se sustenta a partir de frases que revelan arraigados estereotipos de género como: los hombres son más fuertes que las mujeres, los hombres son valientes, los hombres no lloran, etc., y que, como parte fundamental de su cultura e identidad, se sienten orgullosos de llamarse a sí mismos machos, demeritando a las mujeres. Por ello, está altamente normalizado el uso de metáforas machistas que perpetúan la violencia simbólica y se utilizan también como insultos entre los mismos hombres con fines de devaluación, por ejemplo: “Llora como niña” Y su complemento la famosa frase “los hombres/machos no lloran” hace referencia a la asociación directa desde la construcción machista que se le da a las mujeres con la sensibilidad, el ser emocional, el llanto. Muy utilizada con los hombres desde su infancia con intención de avergonzarlos haciéndoles creer que expresar sus sentimientos es algo propio de las mujeres. “Pegas como niña” Pegas, tiras, corres, conduces y así como varias actividades relacionadas con la fuerza, agilidad o rapidez para desmeritar a las mujeres por la falsa creencia de que poseemos menos habilidades físicas que los hombres. Es común que entre hombres utilicen esta expresión para devaluar su esfuerzo.  “Hazlo como macho” Similar a lo anterior, también hace referencia a que los hombres poseen más o que sólo ellos poseen características físicas como la fuerza. Estos tres ejemplos son una mínima parte del uso de las metáforas en pro de la violencia machista que constantemente se naturaliza en el proceso de crianza de hombres y mujeres para ejemplificar mitos de la cultura sexista. Entre el lenguaje y el mito existe una íntima relación pues ambos tienen una misma forma simbólica, la palabra, se trata de la concepción del mundo mediante el lenguaje y es que hablando de mitos machistas, nada de lo que éstos afirman tiene el sustento de la ciencia que tanto aclaman como objeto único de veracidad, si no que no es más que creencias comunicadas y perpetuadas a través de la tradición oral; cosas que por generaciones se transmiten sin siquiera cuestionar su veracidad y sólo con la intención de seguir oprimiendo y minimizando a las mujeres. Al igual que la metáfora, el mito es un recurso lingüístico que fomenta la violencia simbólica, en una sociedad donde cada vez más mujeres denunciamos las violencias vividas (y las que no lo hacen, pero también se han dado cuenta de ellas, las reconocen), una de las mayores armas utilizadas por el patriarcado es seguir demeritándonos ahora con herramientas como el internet y la masiva retórica visual en él: los memes. Davidson define un meme de internet como “un pedazo de cultura, típicamente un chiste que gana influencia a través de la transmisión en línea” (Traducción propia, 2012: 122). Esta “pieza de cultura” puede tratarse “de una imagen, un vídeo, una música, una frase” (García Huerta, 2014). ¿Y cómo lo toma el patriarcado y lo hace un instrumento? En mi experiencia como persona criada por el Internet, y como parte de la parte considerable de la población mexicana que tiene acceso a internet ilimitado y sin regulación, veo cómo es fácil para muchos adultos intentar prolongar sus ideas arcaicas con memes, memes que ven niños y adolescentes en construcción y si lo que aprenden en casa, en la escuela y ahora en Internet se basa en ideas misóginas lo siguen reproduciendo sin problema. Tal es el caso de los grupos que se dedican a trolear y ahora acosar mujeres en internet, los llamados niños rata[1]. Como conclusión y enfocándome en el Internet y los memes, también las mujeres nos hemos apropiado de los memes para enviar respuestas y pronunciarnos contra las violencias, de formas irónicas y divertidas, hemos creado un lenguaje propio que funciona entre nosotras mismas para hacer más ligera la vida. El lenguaje es creado y se llena de vida por quienes se comunican a través de él y crear un lenguaje propio en imágenes, expresiones, bromas, es importante para la unión de una comunidad actualmente. [1] Niño rata fue un término que empezó a utilizarse entre 2008 y 2013 para referirse a ciertos jugadores de videojuegos de multijugadores online y que, con corta edad, exhiben comportamientos hostiles. Referencias: Davison, P. (2012). “The language of internet memes”, en The social media reader, 120-134. Huerta, D. G. (2014). Las imágenes macro y los memes de internet: posibilidades de estudio desde las teorías de la comunicación. Paakat: Revista de tecnología y sociedad, (6). *Alumna de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales, ENES-Mérida, UNAM,

15 agosto, 2022 0

La maternidad es performatividad y performance: ¿Instinto maternal?

Por: Jéssica Cisneros Totozaus* La teoría de la performatividad fue fundamentada por la filósofa Judith Butler en su libro “El género en disputa” y, en resumen, Butler afirma que el género es construido a través de la performatividad repetida del mismo, es decir que, “actuamos” el género de acuerdo a lo establecido por las normas sociales. Es decir, la sociedad asume que nuestros actos los definen nuestros genitales: Si nacemos con vulva, forzosamente estamos predestinadas a asumirnos como mujeres, con lo que esencialmente se reconoce como femenino, además de ser heterosexuales y con un gran sentido maternal. Entonces, conforme performamos estas características de lo femenino, también somos obligadas a asumir el rol social de lo que se espera de una “mujer” y la construcción social de la maternidad. Actualmente, y sobre todo gracias a la era de la información, se ha abierto el diálogo respecto a la diversidad en las maternidades, existen desde ensayos al respecto hasta podcasts o cuentas de Instagram dedicadas al tema, con testimonios de mujeres sobre lo idealizada y romantizada la maternidad desde hace siglos, o bien, que ponen sobre la mesa lo difícil que es maternar, lo cansado que es física y mentalmente y, como resultado, miles de mujeres lograr conectar con ellas y comunicar sus propias dificultades personales, deseos, afectos, etcétera. Por otro lado, se ponen de manifiesto las acusaciones por ser “malas madres” por no cumplir con las expectativas que tiene la sociedad de ellas y no solo en los medios donde comparten su sentipensar, también en círculos más delimitados como sus propias familias. La crianza y la responsabilidad sobre lxs niñxs es algo que sólo se atribuye a las mujeres, mientras los hombres que aportan una mínima parte son adulados como “grandes hombres”, la maternidad también es un acto performativo que rara vez se cuestiona en voz alta, se sabe lo que es ideal, lo que se espera y el castigo social que es no cumplir con las expectativas de la sociedad y su firme creencia de que existe una esencia femenina además de tener el “instinto maternal” adherido. Los hijos no son un ersatz (reemplazo) del amor; no reemplazan un objetivo de vida rota; no son un material destinado a llenar el vacío de nuestra existencia; son una responsabilidad y son un pesado deber; son los florones más generosos del amor. No son el juguete de los padres, ni la realización de su necesidad de vivir, ni sucedáneos de sus ambiciones insatisfechas. Los hijos son la obligación de formar seres dichosos Cita de Wilhelm Stekel, en Beauvoir, Simone. El segundo sexo, p 509, 1949. La maternidad es un hecho cultural y no biológico, no es una necesidad fisiológica reproducirse y criar. Por un lado, entregarse a la maternidad sin cuestionárselo nos ha llevado a bucles de violencia intrafamiliar incontables, de madres a hijas o hijos, de padre a madre, de padre a hijas o hijos, etc., en el que tanto las madres como los hijos caen en una situación de vulnerabilidad. El mito del instinto maternal funciona como una herramienta para el control social de las mujeres con todo lo que este conlleva: El amor de madre, los cuidados intensivos, el ser una “buena” madre (afirmación contradictoria pues, si biológicamente tuviéramos ese instinto, no habría necesidad de estar en mira de la sociedad esperando que desempeñemos el rol de “buena” o “mala” madre). Entonces, si la maternidad es parte de los esencialismos de género, estos estigmas solo sirven para perpetuar la heteronorma y la idea colonial de que el cuidado de las infancias corresponde a una sola individua y no como algo que va más allá de un vínculo madre-hijx, el cuidado de las infancias como algo comunitario, como crianzas compartidas. La maternidad es performativa: parte de abolir estas construcciones, es entender la maternidad como una elección y no una obligación que se le atribuya a un deber ser de los cuerpos leídos femeninos. *Alumna de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales. ENES-Mérida, UNAM.

23 mayo, 2022 0

¡Lo vi en un TikTok!

Por: Cecilia Mendoza* Seguramente, varias veces hemos escuchado la frase “Lo vi en un TikTok” después de que alguien nos cuenta que vio algún video con un contenido gracioso, alguna coreografía de baile, un dato curioso o un acontecimiento histórico que le pareció sorprendente; las reacciones ante esta frase, por lo general, se encuentran entre el rechazo y la aceptación, pero bueno, ¿qué es TikTok?, ¿solo sirve para ver videos divertidos y bailes?, ¿es una fuente confiable de información?, ¿puede funcionar como herramienta de aprendizaje? Empecemos por hablar de esta red social china que se creó en 2016 y permite hacer videos con una duración que va desde 1 segundo hasta 10 minutos; solo hay que deslizar la pantalla para cambiar de un video a otro. Esta red alcanzó mucha popularidad en Asia, sin embargo, fue hasta 2020 cuando obtuvo millones de usuarios por todo el mundo, ¿coincidencia? No perdamos de vista el contexto mundial, justo en ese año inició la pandemia y eso provocó cambios en los ámbitos laboral, educativos y del entretenimiento, entre otros. Es importante señalar que, para que estas transformaciones fueran posibles, la tecnología jugó un papel importantísimo, pues se crearon nuevas herramientas que las permitieron y, aunque al hablar de tecnología siempre surge un debate entre quienes la rechazan —y asumen que a la humanidad le espera un futuro fatalista en el que será controlada por algún “ente malvado tecnológico”— y quienes consideran que el máximo desarrollo tecnológico es la meta que los seres humanos deberían alcanzar, no debemos perder de vista que la tecnología no es un “ente” que funciona por sí mismo, o que es “naturalmente” buena o mala, sino que se trata de una herramienta fundamental que siempre acompaña los cambios sociales y no funciona “sola”, sino que es producida por un grupo de personas y usada por grupos más grandes. Es decir, hay que entender la tecnología como una herramienta que ayuda a procesar la información de forma diferente y que esto crea cambios en la manera de generar y aplicar conocimiento. Pero bueno, ¿a qué vamos con todo esto?, precisamente a resaltar la importancia de apropiarnos de las tecnologías para crear nuevas formas de entretenimiento, contenidos y, sobre todo, de aprendizaje. ¿Y qué tiene qué ver TikTok aquí?, pues, como mencionamos, la educación cambió con la pandemia, nuestras formas de intercambiar y obtener información y conocimiento se transformaron, dejamos de asistir a los salones de clases para convertir nuestra casa en nuestro nuevo salón, dejamos de convivir con compañeras y compañeros de forma presencial y las interacciones solo eran a través de la pantalla. ¿Esto afectó nuestra forma de aprender?, ¡claro que sí!, no olvidemos que todas las personas poseemos información y conocimientos y su intercambio los mantiene vivos y nutridos; sin embargo, esto se vuelve complicado cuando pasamos todo el tiempo frente a la pantalla viendo imágenes y los rostros de nuestras compañeras y compañeros. Ante este cambio en las formas de interacción, TikTok se convirtió en una novedosa herramienta para comunicar e intercambiar conocimiento. Durante el periodo de cuarentena, muchos jóvenes optaron por aprovechar los minutos que ofrece esta plataforma para abordar diferentes temas de interés con el objetivo principal de compartir saberes de la forma más fácil y divertida posible, acompañados de filtros, memes o música. ¿Y qué hay detrás de todo esto?, un largo trabajo de investigación, síntesis de los puntos principales a comunicar y mucha creatividad para que no parezca que estás viendo un documental aburrido. Este formato de aprendizaje rápidamente tomó popularidad, hay cuentas dedicadas a compartir conocimiento que tienen millones de suscriptores, un ejemplo es “Historia para tontos”, que tiene 6 millones de seguidores y se caracteriza por contar acontecimientos históricos en forma de chisme, con mucho humor y un característico filtro de mapa. ¿Quién dijo que las redes sociales debían estar peleadas con el conocimiento? Así como cambian las tecnologías, también la forma en que interactuamos y adquirimos conocimiento, pues actualmente no es necesario pasar tantas horas en la biblioteca para obtener la información que buscamos, podemos hacer uso de internet y también usar redes sociales. No existen fuentes de información que sean más valiosas que otras, lo que sí es importante es nunca apartar la mirada crítica de la información que consumimos. Fuentes consultadas Castells, M. (2001). Epílogo: informacionalismo y sociedad red. En P. Himanen, La ética del hacker y el espíritu de la era de la información. *Alumna de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Intercultural, ENES-Mérida.

3 mayo, 2022 0

Internet como herramienta: hacia una erradicación de los rastros adultocéntricos

Por: Paloma Fernández Valdez Ayala* Desde hace un tiempo, he desarrollado un profundo desagrado por utilizar el malbaratado término “niñerías” para referir a cualquier conocimiento, pensamiento, o manifestación de existencia que no sea “racional” o que vaya en contra de la reducida versión adulta de lo que es y cómo debe ser pensada, sentida o vivida la realidad. Es decir, la “niñez” ha sido configurada no solo como una línea entre “los otros” más jóvenes que las personas adultas, sino que también es utilizada para designar aquello que es “ingenuo”, “tonto”, “desinformado”, “inocente” y no real dentro del pensamiento abismal adultocentrista. Pero ¿a qué se refiere este pensamiento abismal? Para comprender un poco acerca de los pensamientos centristas (que, para el caso específico de este ensayo, me referiré a uno en específico) es necesario consultar a Boaventura de Sousa Santos cuando nos dice que: El pensamiento occidental moderno es un pensamiento abismal. Este consiste en un sistema de distinciones visibles e invisibles, las invisibles constituyen el fundamento de las visibles. Las distinciones invisibles son establecidas a través de líneas radicales que dividen la realidad social en dos universos, el universo de “este lado de la línea” y el universo del “otro lado de la línea (de Sousa, 2009). Claramente, cuando hablamos del pensamiento que rige el mundo, es aquel adulto “objetivo”, “maduro”, “racional”, “experimentado” y “real” (por no dejar de lado masculino, blanco, rico, heterosexual, cisgénero), y que, tal como lo hace la ciencia dicotómica moderna, se ha construido de tal manera que ilusoriamente tiene el monopolio del correcto pensar y el poder de decir quién es epistémicamente pertinente, o no, para opinar, ver o hablar sobre conocimiento (destruye en cuanto construye). Es decir que el universo del que parte o se categoriza qué existencia o conocimiento importa en el mundo es el pensamiento abismal adulto, y aquellas distinciones invisibles que utiliza para decir que la “línea de este lado” (la línea adulta abismal) es la más óptima para conocer y hablar sobre el mundo, es cuando, por ejemplo, ante cualquier hecho social, se desplazan las opiniones jóvenes, las que las infancias podrían poseer, al apuntar que lxs niñxs “son inocentes y no saben lo que está ocurriendo”. Es más, desde la “sacralización” que lxs conceptualiza como “seres inocentes, puros y sin malicia” (ya que suele aparecer como un elemento que raramente se cree concebido como necesario en el pensamiento “maduro adulto”), se les aparta de la oportunidad de ser concebidxs como personas actuantes y con agencia, que no se encuentran del otro lado de la línea, sino que comparten el universo en que las personas adultas han insistido hacerlos ver como “extrañadxs”. Cabe recalcar que lxs niñxs del mundo son parte importante de sectores vulnerados que sufren diversos tipos de violencia, como la física y la emocional (solo por mencionar algunas), sin embargo, ¿qué hay de la violencia epistémica? Cuando a las infancias se les convierte en “lo otro”, como aquello que está contrapunteado o peleado con el ser adulto, y se prioriza la existencia adulta como el punto cúspide del crecimiento o desarrollo de las personas, caemos en lo que Boaventura llama la “no existencia”, lo que significa “no existir en ninguna forma relevante o comprensible de ser” (de Sousa, 2009), que trae como consecuencia que la no existencia (aquellas formas de vida que no son adultas) sea radicalmente excluida (como lxs niñxs en la sociedad). Pero no solo basta con saber y ser “conscientes” de que se escoge una exclusión epistemológicamente sistemática, sino que nuestra tarea tendría que dirigirse a entender la razón de dicha marginación. Una de las hipótesis que en mí surge, es que nuestras primeras formas de existir, que es ser niñxs, rechazan las certidumbres del mundo. Como dicen Humberto Maturana y Francisco Varela (1984): “Tendemos a vivir en un mundo de certidumbre indisputada. Lo que nos parece cierto, no puede tener otra alternativa”. Y es bien sabido que las infancias generalmente tienen “varios montones de dudas” sobre lo que nos rodea y, muchas veces, confrontar la seguridad ontológica (aquella que te dicta que el mundo es tal cual es y como te han dicho que es) puede llegar a ser muy complejo para las personas adultas, que tratan de distanciarse cada vez más presurosamente de su ser niñx. Si puede haber una certeza, es que nacemos con la convicción del no saber, por eso constantemente preguntamos: ¿qué más hay? Negar la existencia de esas preguntas es negar la existencia de quienes preguntan, y no hay algo más violento que la convenida desaparición de la experiencia existencial que complejice aquello que llamamos la realidad. Pensarnos como niñxs conociendo el mundo, nos da la oportunidad de “volver a nosotros mismos” (reflexionar), de reconocer que nuestras certidumbres y conocimientos son tan abrumadores y al mismo tiempo tan tenues como las de otros (Maturana y Varela, 1984), que resultan ser más que una expresión o un reflejo de la construcción de un “nosotros”. Lxs niñxs son una irrupción de certidumbre y convicción de no miedo a la subjetividad que reta lo que ha sido establecido como único-real y, me permitiría decir, que son una de nuestras expresiones existenciales más complejas. Alteridad infantil internauta A lo largo de este texto he descrito de qué manera suele ignorarse la existencia epistémicamente relevante de lxs niñxs, no obstante, algo que no puede ser perdido de vista, es que, cuando la existencia del otro es negada, también se le priva de manifestaciones adecuadas de vivir en la sociedad. Me refiero, por ejemplo, a lo que sucede en los medios de comunicación. Por alguna extraña razón (que ya no es tan extraña cuando es contemplada desde el punto de vista abismalmente adulto), los contenidos que se generan para el sector infantil en su mayoría parecen ser diseñados por personas que obviamente corresponden a los ideales mercantiles y de consumo que elaboran solo “fórmulas exitosas”, sin calidad pero lo suficientemente atractivas para ser consumidas en masa. Parte de ofrecer y generar una…

2 mayo, 2022 0

Hablemos de… partería tradicional

Por: Ariadna Trejo Barbosa* En pocas ocasiones nos dedicamos a reflexionar sobre temas como las prácticas tradicionales, su importancia y su devenir. Por ello, en este breve espacio me gustaría abrir el análisis y la reflexión a una práctica tradicional en particular, la partería tradicional, que se considera un modelo más integral y humanizado de atención sexual-reproductiva para la mujer. Como antecedente, la partería tradicional ha brindado atención a mujeres en contextos rurales, principalmente por la accesibilidad que mujeres y hombres parteros (que también existen, no es una actividad exclusiva femenina, aunque casi siempre se caracterice como tal) han ofrecido a las embarazadas y no embarazadas (pues de igual forma han atendido cuestiones de educación sexual). En el pasado, estas mujeres y hombres tenían un lugar muy importante en las comunidades por sus conocimientos. Cabe resaltar que las parteras y los parteros obtenían sus saberes de varias vías, la más común era por la transmisión generacional de abuelas a madres y así sucesivamente. Otra vía era por medio del autoconocimiento del cuerpo y sus procesos, es decir, si una mujer ya había sido madre, el conocimiento que había adquirido de esa experiencia de vida podría hacer que ella pudiera ayudar, acompañar y orientar a otras que estuvieran pasando por el embarazo o el parto. Como todo, ninguna práctica tradicional, ni ningún campo científico se encuentran exentos de controversias, y el caso de la partería tradicional no es la excepción. Los argumentos de la comunidad médica radican en que cualquier persona que no posea conocimientos que tengan certificación o validez científica, no puede practicar ni ejercer actividad alguna de atención a la salud humana. Esto es controversial por muchos motivos porque, si nos centramos en la situación de la partería tradicional en México, las parteras generalmente provienen de comunidades originarias, por lo que limitar sus prácticas y conocimientos implicaría coartar su derecho a la expresión de su identidad cultural, al igual que su derecho de preservar y transmitir sus conocimientos. Cabe resaltar que los conocimientos tradicionales de una comunidad se denominan patrimonio inmaterial y, por ello, limitarlos o intentar erradicar su práctica implicaría violentar el derecho a la libre determinación de los pueblos indígenas, que se traduce en la capacidad que tiene todo pueblo-comunidad para decidir sobre sus prácticas, su territorio, su alimentación, etcétera. Considero que la importancia de la partería tradicional radica en la forma en que se concibe y cuida el cuerpo de la mujer, así como el involucramiento de los integrantes de su familia y el cuidado de su vida. Esta es una diferencia muy marcada con respecto del sistema de salud alópata, en el cual generalmente los cuerpos son tratados como un objeto inanimado, que no puede decidir, ni sentir. Lo que ha originado esta forma de actuar es la llamada violencia obstétrica, que son diversas acciones que violentan de manera verbal, física y psicológica el cuerpo de las mujeres, un ejemplo es la episiotomía, una práctica que en el pasado era considerada rutinaria durante el parto y que consiste en una incisión quirúrgica para facilitar la salida del bebé; sin embargo, después de quejas y denuncias de mujeres que no habían sido notificadas al respecto, ni manifestado su consentimiento informado para que se efectuara tal procedimiento por no presentar complicaciones durante el parto, se modificaron las regulaciones y los procedimientos en hospitales.     En México, en 2016 se modificó la Norma Oficial Mexicana NOM-007-SSA2-2016, Para la atención de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio, y de la persona recién nacida, en la que se especifica que la episiotomía deja de ser un procedimiento rutinario y ahora es uno “selectivo” que solo debe ser aplicado en casos donde se haya realizado una valoración clínica previa, o bien cuando se presente una situación de riesgo para la mujer y/o su bebé. Finalmente, las mujeres tienen derecho a decidir sobre su cuerpo y cómo quieren ser acompañadas en el proceso de embarazo-parto y puerperio (después del parto), así como las parteras y los parteros tienen derecho de ejercer, transmitir y preservar sus conocimientos tradicionales. *Alumna de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales, ENES-Mérida, UNAM.

1 mayo, 2022 0

Planeta de monstruos

Por: William Ake Buenfil* En días pasados tuve el antojo de ver una película de terror, por si la quieren ver, se titulaba Los países más contaminados del mundo. Empezaba a comer mis palomitas cuando de pronto apareció en mi pantalla un engendro horrible en Pakistán, una ciudad que se había transformado por causa de la contaminación que producían las emisiones descontroladas de las fábricas, la creciente población, la mala calidad de los combustibles y la quema de basuras que desprendían gases nocivos para la salud; la película apenas había comenzado y ya empezaba a sudar frío. El susto no se me había pasado cuando una bestia hizo acto de aparición y, desde otro lado del globo, la criatura de la polución ya estaba en la India; el rápido crecimiento industrial creó un engendro que, por el uso inadecuado de fertilizantes, contaminaba la tierra y los mantos acuíferos; quería apartar la mirada, pero algo me mantenía atado a esas horribles imágenes, la gran cantidad de vehículos disparaban las alarmas de la OMS. Hasta ese momento el adefesio inconcebible había cobrado la vida de 900 000 personas, todas esas muertes estaban relacionadas con enfermedades respiratorias, ya que se habían sobrepasado los niveles máximos de contaminación del aire hasta más de 60 veces. Tuve que parar, ¿de dónde había sacado ese filme? Me levanté rápidamente y corrí por un vaso de agua a la cocina, pero la trama seguía avanzando, precisamente cuando regresaba al sillón, otro abominable ser se mostraba, imponente, nunca había visto algo similar, me estremecí y me aferré a una sábana que se encontraba a un costado del sillón, era un monstruo que se hallaba en China, tenía 660 cabezas y a alguna de ellas no llegaba la luz del sol; los expertos decían que ese Leviatán seguía duplicando la cantidad de CO2, mucho más que otras criaturas horrorosas de países como Estados Unidos. La incertidumbre me carcomía, los dientes me titiritaban y tuve que mirar cuánto era lo que faltaba para que finalizara la peor película que jamás había visto, menos de un minuto para que ese martirio acabara. De pronto, un grisáceo y deformado fenómeno se asomó en Brasil, país sudamericano en vías de desarrollo económico, el cual había logrado dormir la conciencia de la sociedad y, por si fuera poco, las medidas nulas del gobierno y otros poderes de ese lugar habían provocado un aumento exponencial de gases, los que el engendro respiraba, se alimentaba de esa polución y no se detenía, hasta que de un zarpazo deforestó de forma masiva uno de los pulmones más importantes del planeta, el Amazonas. Por fin la película terminó, pero no dejaba de sentirme sobresaltado, el cambio climático había desplazado poblaciones de su lugar de origen por la vulnerabilidad a la que se encontraban sometidas, los aumentos del nivel del mar y otros eventos extremos como los huracanes y las grandes restricciones que tenían para abastecerse de agua; las ciudades receptoras de esos migrantes se encontraban en países en vías de desarrollo. El acelerado crecimiento y las fábricas industriales requieren urgentemente medidas extremas para contrarrestar la contaminación de los ecosistemas y sus efectos en los seres humanos y la Tierra en general. Sadik (1991) menciona que, en promedio, una ciudad de un millón de habitantes consume diariamente 625 000 metros cúbicos de agua, 2 000 toneladas de alimento y 9 500 toneladas de combustible, lo que a su vez genera 500 000 metros cúbicos de aguas residuales, 2 000 toneladas de desechos sólidos y 950 toneladas de contaminantes atmosféricos, esto, sin tomar en cuenta los procesos industriales. El estudio muestra que ello puede cambiar de acuerdo al tipo de ciudad y de cultura. La salud humana está afectada por la contaminación, según el Banco Mundial, cerca de 1 000 millones de personas se encuentran afectadas por la contaminación tóxica producida por las industrias; la contaminación del aire produce un aproximado de un millón de muertes prematuras. Hoy en día, Yucatán tiene cerca de 2.3 millones de habitantes, hagan sus cuentas: empresas como Kekén quieren hacer plantas de cerdos en Homún, una localidad considerada anillo de los cenotes; cada día más industrias se posicionan sin regulaciones ambientales; el turismo se percibe como una solución económica para el sureste del país sin pensar en los costes del aumento de basura; las carreteras cada día están más congestionadas por el aumento de autos en la ciudad; los contaminantes en partículas como dióxido de azufre, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno y plomo viajan por nuestros cuerpos diariamente, ¿qué esperan para tomar medidas que eviten o retarden la catástrofe? ¿El dinero empresarial es más importante que la salud de miles de personas? Tu opinión es muy importante, pero serán más valiosas las acciones que tomemos como sociedad. Fuentes consultadas Maldonado, J. (2009). Ciudades y contaminación ambiental. Revista de Ingeniería, 30, 66-71. * Proporcionar breve semblanza curricular (2-3 renglones).

17 abril, 2022 0

Mujeres en la ciencia: una mirada a la brecha de género en la ciencia

Por: Ariadna Trejo Barbosa* Mujeres en la ciencia (Picture a Scientist) es un largometraje documental dirigido por Ian Cheney y Sharon Shattuck exhibido por primera vez en el Festival de Cine de Tribeca en 2020. El filme nos presenta las historias de vida de tres científicas estadounidenses: la química analítica Rachel Burks, dedicada al desarrollo de sensores colorimétricos; la bióloga molecular Nancy Hopkins, del MIT, enfocada en la investigación del pez cebra y el estudio de genes, y la geóloga Jane Willenbring, que analiza la geomorfología y la modificación del paisaje a raíz del cambio climático. Estas tres historias giran en torno a los obstáculos sociales, académicos, raciales y culturales que ellas enfrentaron para abrirse paso en entornos científicos predominantemente masculinos, problemas que iban desde el acoso, la discriminación espacial en los laboratorios, la discriminación sistémica y estructural de la academia, hasta la discriminación racial. El 11 de febrero es celebrado el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha proclamada desde 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas con la intención de visibilizar y dar importancia al papel de las mujeres en los campos científicos. En este contexto de invisibilización académica y lucha se desarrolla Mujeres en la ciencia. Si te interesa reflexionar en torno a temas como la desigualdad de género y la discriminación espacial, disfruta de este interesante e impactante documental, que se encuentra en la plataforma de Netflix. Para contextualizar la disparidad en la participación de la mujer en la ciencia en México, te invito a reflexionar con la siguiente cita del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt): “[en] la membresía del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Conacyt es notable la inequidad de género, pues, en promedio, hay 61.8% hombres y solo 38.2% mujeres” (2022). *Alumna de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales, ENES-Mérida, UNAM

17 abril, 2022 0

Primeros acercamientos al patrimonio

Por: Paloma Fernanda Valdez Ayala* Con el paso del tiempo, los seres humanos creamos conceptos y significados de aquello que nos rodea para trazar un entramado que dote de sentido la vida que compartimos en sociedad, así como nuestro actuar y nuestras relaciones con otros seres humanos, e incluso con otras formas de vida en el mundo. Sin embargo, este proceso mediante el cual asignamos valores a nuestro ser/quehacer no es inocente y mucho menos arbitrario, pues en dicho trabajo de significación no solo determinamos quiénes somos y qué compartimos como colectividad, sino que también excluimos y enmarcamos nuestras diferencias con lo que vemos como ajeno o no representativo de nuestra forma de vida y, por lo tanto, de aquellas personas que no comparten las mismas concepciones del mundo. Hoy es bien sabido que, ya sean “ellos o nosotros”, todos generamos y creamos sentidos comunitarios de identidad a través de determinados valores, usos, costumbres, tradiciones, que se ven materializados en símbolos como monumentos, edificios, literatura, creaciones artísticas y artesanías, por mencionar algunos que, en su conjunto, pueden lograr conformar un llamado “patrimonio cultural” a través del tiempo. No obstante, con los afianzamientos de los Estados nacionales entre los siglos XVIII XIX regidos por mecanismos colonialistas y patriarcales que suelen auxiliarse de una narrativa histórica moderna y eurocéntrica, no se ha velado por la construcción de sentidos diversos de identidad y, por lo tanto, de sus manifestaciones, ya sean materiales o inmateriales. Es posible dilucidar esto en el breve recuento histórico sobre la construcción del concepto de patrimonio cultural en el texto El patrimonio cultural: conceptos básicos (Cuetos, 2011),  en el cual se evidencia que la discusión con respecto a dicho concepto se llevó a cabo del otro lado del mundo (en el continente europeo). Por consiguiente, el lenguaje y los estándares con los cuales fueron elaboradas las legislaciones y nociones “internacionales” sobre el patrimonio cultural, corren el riesgo de ser descontextualizadas en lugares como Latinoamérica, con sus historicidades tan particulares por el devenir de sus culturas y civilizaciones. Incluso en la obra citada, cuando se mencionan los detractores del “vandalismo” infringido durante la Revolución francesa, se hizo explícito conservar “estatuas o tumbas, que hicieran referencia a la historia nacional y fueran testimonio del pasado común de Francia” (Cuetos, 2011), situación que, si se contextualiza en México, lleva a la pregunta: ¿quién realmente puede hablar de un pasado común mexicano? (o incluso latinoamericano). Para establecer su identidad y separarse de España, nuestro país necesitaba delimitar lo propio, lo cual involucra el paulatino proceso de producción de lo que lxs mexicanxs consideramos como patrimonio, en tanto, se recurrió a lo evidentemente contrario a España: el pasado indígena, pero no el indígena vivo, sino las grandes ciudades patrimoniales y monumentales, lo que inevitablemente nos conduce a perpetuar la falsa idea de que patrimonio es solo aquello que se encuentra al servicio del Estado y sus narrativas nacionalistas excluyentes, pues este es el que nos indica cuál es el supuesto pasado prehispánico común que compartimos y que nos hace ser, ya sea que en verdad nos represente, o no, priorizando una cuestión mercantilista y una visión esencialista del patrimonio cultural y de la propia cultura. Esto, dejando de lado la agencia de las colectividades e individuos en sus ecosistemas como parte de una construcción más comunal de lo que nos representa, de lo que queremos o deseamos preservar en el tiempo, lo que genera no solo una desvinculación de las comunidades con sus territorios, practicas o actividades, sino que lleva a concebir, como “exclusiva” del Estado, la labor de preservar, cuidar y determinar el valor del patrimonio cultural. Es por ello vital recordar la pertinencia de combatir la “univocalidad” del patrimonio; es decir, esa idea de que el patrimonio es solo uno y que se relaciona únicamente con el Estado que lo resguarda. Hay que tener presente que los patrimonios también se viven y se practican por las comunidades y personas que les son significantes, y que estos no son fijos e inamovibles, sino que, por el contrario, tan diversas y versátiles son las sociedades como sus fluctuantes culturas y, de esta manera, sus patrimonios. Fuente consultada Cuetos, M. P. (2011). El patrimonio cultural: conceptos básicos. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza. *Graduada de la carrera en Desarrollo y Gestión Intercultural, ENES-Mérida, especializada en el área de Patrimonio Cultural.