En busca del coral…icolido
16 mayo, 2022Por: Betzi Fernanda Pérez Ortega*
Nuestra capacidad visual es sorprendente. Los seres humanos podemos distinguir diferentes formas y movimientos a distancias cortas y lejanas con un campo visual de 180°, menos que el de un gato, que es de 200°. A pesar de esta habilidad, a lo largo de la historia se han desarrollado diferentes objetos que han permitido que veamos más allá de lo que en primera instancia podemos apreciar y, con ello, se han descubierto otros seres vivos y formas de vida difíciles de observar a simple vista, aun si tuviéramos la vista de un gato.
Hace muchos años, cuando mirábamos el mar y nos asombrábamos por las formas y los colores de los corales, desconocíamos a qué se debía. Ahora sabemos que los diferentes colores son aportados por miles de diminutas algas (llamadas comúnmente zooxantelas) que viven dentro del tejido de los corales. Entre estos dos organismos existe una relación de simbiosis. ¿Simbio… qué…? Sí, simbiosis. Se trata de una relación en la que dos organismos se asocian y son beneficiados uno del otro; por ejemplo, las algas por medio de la fotosíntesis proveen de alimento al coral, y éste, a su vez, brinda un espacio de protección a las algas.
Las relaciones simbióticas no son las únicas que existen en la naturaleza, también están el canibalismo, el mutualismo y el parasitismo. Este último es tal vez uno de los más sorprendentes mecanismos de sobrevivencia; en él hay, en primera instancia, dos organismos que interactúan: el parásito y el huésped. Se le da el nombre de parásito porque vive a expensas del hospedero, pues lo utiliza como hábitat, se alimenta de él, crece en él, se reproduce en él, entre otras cuestiones, pero ¡ojo!, el parásito no es un asesino, no mata a su huésped (salvo algunas excepciones) porque ello significaría la pérdida de su sustento de vida y, por lo tanto, el fin de su propia existencia.
No hay que subestimar los parásitos, pues son organismos que han desarrollado múltiples mecanismos para sobrevivir porque, contrario a lo que muchas personas piensan, vivir a expensas de otro no es sencillo. Antes de asentarse en un hábitat, el parásito debe sortear una serie de obstáculos, desde seleccionar un individuo sano, de buen tamaño, así como esquivar las defensas de este, hasta modificar conductas de los huéspedes, a fin de lograr su éxito reproductivo.
Gracias a los avances en las técnicas de secuenciación genética, se ha podido descubrir que en los corales no solo habitan las zooxantelas, sino también una serie de organismos eucariotas,[1] entre los que destacan los coralicolidos. Y aunque bien se pudieron nombrar de una manera más sencilla, en realidad esto concuerda con la complejidad de su asociación con los corales. Estos organismos no son sencillos de observar, de hecho, se sabe que existen debido a que, al realizar secuencias genéticas de los corales y sus simbiontes (las algas), los investigadores encontraron secuencias de ARN que no pertenecían a ninguno de esos grupos. Las secuencias “extrañas” estaban emparentadas con organismos que pertenecen a un grupo llamado Apicomplexa, que son microscópicos parientes cercanos a los corales y las medusas y son parásitos de una gran variedad de organismos.
Para sobrevivir, los parásitos pueden adherirse a la superficie de su huésped, o bien penetrarlo para alojarse en su interior. Aquellos que eligen la primera opción son ectoparásitos y viven en la piel o las cavidades externas de sus hospederos. Por otra parte, los endoparásitos eligen una forma de vida dentro del huésped (como los coralicolidos), y son más frecuentes de encontrar en los intestinos, los riñones o el hígado de su hospedero, incluso pueden estar en la sangre. La estrategia de vida que prefieren los parásitos depende de factores evolutivos, por ejemplo, de los órganos de fijación que cada parásito ha desarrollado (ventosas, ganchos) y de su forma de reproducción y alimentación, entre otros.
Los parásitos no son los “malvados” de la historia, ya que desempeñan un papel muy importante en las cadenas tróficas de los ecosistemas como reguladores de las poblaciones de los huéspedes, pero también se ha descubierto que realizan un papel como catalizadores de su conducta. Por ejemplo, los parásitos pueden modificar el comportamiento de su hospedero para que este sea una presa fácil para otro organismo, de manera que el parásito pueda completar su ciclo de vida.
El parasitismo en una estrategia de vida que se encuentra en organismos de diferentes grupos taxonómicos. Si observas un árbol de la vida, de esos con muchas ramificaciones que reflejan la historia de la vida en el planeta, podrás ver, por ejemplo, el grupo de los hongos y sus diferentes especies que están emparentadas, o bien el grupo de los mamíferos, y cómo, según la familia a la que pertenecen, se agrupan en especies. Pero los parásitos no la ponen fácil, por ejemplo, tan solo entre los helmintos, a los que también se les llama gusanos parásitos, los parasitólogos reconocen cuatro grandes grupos: platelmintos, acantocéfalos, nematodos y anélidos; sin embargo, entre ellos no existe relación de parentesco porque evolutivamente han tenido distintos orígenes. Más aún, hay especies parásitas que pertenecen al grupo de los hongos o de los vertebrados, por lo que no se encuentran clasificadas en los grupos mencionados.
Seguirles la pista a los parásitos no es sencillo, sobre todo a los endoparásitos. La cuestión con los parásitos internos es que, para observarlos y estudiarlos, necesariamente se necesita que el huésped esté muerto porque se requiere diseccionar sus órganos. Aún más difícil es seguir la pista de aquellos parásitos que por su pequeño tamaño son imperceptibles a nuestros ojos, y cuya presencia está indicada únicamente por su secuencia genética, como el caso de los coralicolidos. Por ello, a estos parásitos de los corales también se les ha denominado genotype-N o ARL-V (por sus siglas en inglés, que significan Linaje Relacionado a los Apicomplexa), y propiamente no se ha descrito alguna especie.
Para registrar una nueva especie, ya sea de planta, hongo, reptil o insecto, los taxónomos (los científicos que pasan décadas de sus vidas describiendo y clasificando especies) deben describir su morfología, es decir, las características del organismo, como el tamaño, si tiene patas o alas, cuáles órganos posee, si tiene huesos o no, entre otros, todo lo cual no debe pasar desapercibido en los análisis de estos estudiosos; para ello, tienen que observar el organismo y manipularlo, cosa un tanto complicada de lograr con muchos parásitos, incluidos los coralicolidos, sobre todo por su tamaño.
En la actualidad, hay un debate en la comunidad científica. Con las recientes técnicas de secuenciación genética se ha puesto en tela de juicio cuál metodología es la más certera para clasificar las especies según su parentesco en el árbol de la vida. Hay quienes optan por la clasificación morfológica, pero se han encontrado ejemplares que comparten casi el mismo material genético y que fueron clasificadas como especies distintas. Sin embargo, aquellos que optan solo por la clasificación genética han tenido dificultades al momento de trabajar con los organismos porque, para asegurar que representan una especie determinada, dependen exclusivamente de las secuencias genéticas, como es el caso de los coralicolidos. Estos organismos no siempre han sido clasificados como parásitos, incluso hoy aún se discute su verdadero papel ecológico; su parentesco con los que pertenecen al grupo de los Apicomplexa se debe a que ambos cuentan con un gen remanente asociado a la fotosíntesis.
Por ello, primero se pensó que los coralicolidos podrían tener alguna relación de simbiosis con los corales parecida a la relación con las zooxantelas; sin embargo, otros análisis genéticos demostraron que los coralicolidos carecen de un gen necesario para hacer fotosíntesis, el cual las zooxantelas sí poseen. Por eso, la concepción más aprobada por los científicos en este momento es que los coralicolidos son parásitos, pero, como no ha sido posible disecar un organismo, no se ha podido determinar con exactitud su papel en la cadena trófica.
El mayor obstáculo de los parásitos es su belleza, aunque muchos dirán que, en realidad, es la carencia de esta. No es que en la naturaleza exista un requisito estético para ser considerado un parásito, pero en el mundo humano la belleza mueve montañas de la misma manera que puede mover los fondos para la investigación. Tal vez sea coincidencia que las especies consideradas “más carismáticas” también sean las de un mayor tamaño, lo que hasta cierto punto facilita su estudio, pero esta separación estética ha ocasionado que se deje de lado la investigación de muchos organismos de una belleza… diferente. A la velocidad en que se describen nuevas especies en el planeta, se requieren 320 años para conocer 75% de las especies de helmintos que se estima parasitan diferentes hospederos, pero que aún no se conocen.
Tal vez el estudio de los parásitos no es para todos aquellos con un estómago sensible, pero la ciencia, y su financiamiento, deberían poner más atención a las relaciones que permean más allá de nuestra vista (como los coralicodos y los corales) y que, sin embargo, son tan importantes como las que observamos con mayor facilidad (como las zooxantelas y los corales).
Fuentes consultadas
Barathieu, G. (s.f.). Coral Reef, Mayotte Island. Ocean Image Bank [Fotografía]. Recuperado de https://www.theoceanagency.org/search-result?img=YFO34hIAAB8AXxRg
Ciccarelli, F. D., Doerks, T., von Mering, C., Creevey, C. J., Snel, B. y Bork, P. (2006). Toward Automatic Reconstruction of a Highly Resolved Tree of Life. Science.
Keeling, P., Mathur, V. y Kwong, W. (2021). Corallicolids: The Elusive Coral-Infecting Apicomplexans. PLOS Pathogens 17(9).
Obregon, M. (2021). Keeping Track on Coral-Associated Apicomplexans of Pacifigorgia (Octocorallia: Gorgoniidae) in the Colombian Pacific Ocean. Colombia: Universidad de los Andes. Recuperado de https://repositorio.uniandes.edu.co/handle/1992/51319
Sheppard, C. y Kelley, R. (2021). Coral Reefs: A Natural History. Princeton: Princeton University Press.
Vohsen, S., Anderson, K., Gade, A., Gruber, H., Danneenberg, R., Osman, E., Dubilier, N., Fisher, C. y Baums, L. (2020). Deep-Sea Corals Provide New Insight into the Ecology, Evolution, and the Role of Plastids in Widespread Apicomplexan Symbionts of Anthozoans.
[1] Las células de los organismos eucariotas tienen una membrana que rodea el núcleo y las mitocondrias.
*Alumna de la Licenciatura en Manejo Sustentable de Zonas Costeras, ENES-Mérida, UNAM.