Por: José Dondé Perera* La península de Yucatán es una de las áreas con mayor frecuencia de ciclones en México. A nivel mundial, los desastres naturales están aumentando en frecuencia e intensidad, y entre ellos, los ciclones tropicales generan grandes daños económicos y sociales, particularmente en las zonas costeras de América del Norte y Mesoamérica. El impacto de estos fenómenos depende de diversos factores, como la ubicación de actividades económicas, la infraestructura presente, la frecuencia e intensidad de los ciclones y las características geográficas de las áreas afectadas. En la Península de Yucatán, el 73% de los desastres naturales reportados entre 2000 y 2022 estuvieron relacionados con ciclones tropicales, lo que resalta la vulnerabilidad de la región. Estos datos provienen de una investigación de la cual fue parte el Dr. David Romero, quien pertenece al Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales de la ENES-Mérida. Su artículo, titulado “Cambios espaciotemporales en la evaluación del riesgo de vientos huracanados en la península de Yucatán, México”, fue publicado en la revista Natural Hazards. Huracanes como “Wilma” (2005) y “Gilbert” (1988) son ejemplos claros de la magnitud de estos eventos. “Wilma” provocó pérdidas económicas de 2 402 millones de dólares, mientras que “Gilbert” ocasionó pérdidas de 1 166 millones de dólares y la muerte de 202 personas. El incremento en las pérdidas se debe en parte a la expansión de la infraestructura en las zonas costeras, lo que incrementa la exposición y el riesgo. Así, el costo de los ciclones no solo depende de su potencia, sino también del crecimiento económico y la urbanización en áreas vulnerables. El riesgo de desastre se define como la probabilidad de alteraciones graves en el funcionamiento de una comunidad debido a fenómenos peligrosos que interactúan con condiciones sociales vulnerables. Los tres factores clave son: la vulnerabilidad (predisposición a sufrir daños), la exposición (presencia de personas, bienes o recursos susceptibles de afectación) y el peligro (probabilidad de ocurrencia de un fenómeno). La combinación de estos factores determina el riesgo y su potencial destructivo. En el caso de los ciclones tropicales, la frecuencia (cuántas veces ocurre) y la intensidad (fuerza, medida en la escala Saffir-Simpson) son determinantes. En la península de Yucatán, el viento más fuerte registrado fue de 165 nudos (306 km/h) por el huracán “Allen” en 1980. El estudio de la vulnerabilidad a ciclones tropicales es un tema recurrente en la literatura científica, dado que las características socioeconómicas influyen en la capacidad de respuesta ante estos desastres. En México, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) ha desarrollado un índice de vulnerabilidad social, aunque requiere actualizaciones constantes debido a cambios en los factores de riesgo. Evaluar cómo se modifican estos componentes es crucial para prevenir desastres futuros y aplicar medidas de adaptación y mitigación. La investigación muestra que ni la vulnerabilidad ni el peligro son estáticos, lo que requiere monitoreo continuo para identificar áreas de alto riesgo y proponer acciones que reduzcan la exposición de las comunidades. Aunque existen estudios locales y regionales sobre estos cambios, es necesaria una evaluación más profunda a nivel nacional, especialmente en México, donde los huracanes son una de las mayores amenazas. La península de Yucatán se encuentra entre el Golfo de México y el Mar Caribe, abarcando Yucatán, Quintana Roo y Campeche, con aproximadamente 5 millones de habitantes y un desarrollo turístico significativo en la Riviera Maya. Su geografía la hace vulnerable a ciclones tropicales, ondas del este y frentes fríos. La precipitación se divide en dos estaciones: una húmeda en verano y una seca el resto del año. El calentamiento global podría aumentar la frecuencia e intensidad de los ciclones, incrementando la vulnerabilidad de la Península en el futuro. Se utilizaron datos de ciclones del Atlántico Norte desde 1851 hasta 2022, con más de 123,000 registros, incluyendo ubicación, velocidad del viento y distancia a la costa. El estudio se enfocó en el periodo 1950-2020, cuando el monitoreo se volvió más preciso con aviones. Se analizaron datos de la Organización Meteorológica Mundial y el Centro Nacional de Huracanes (NHC) sobre vientos, disponibles en intervalos de seis y tres horas. Finalmente, se asignaron niveles de peligrosidad para cada área en función de la probabilidad de que ocurrieran vientos huracanados. Se establecieron categorías del 1 al 5, siendo 5 las áreas con mayor riesgo. Para este estudio fue necesario conocer los índices de vulnerabilidad de la zona, por lo cual se utilizaron datos de los censos de población de los años 2000, 2010 y 2020, proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Se analizaron las localidades, que son el nivel más detallado de datos socioeconómicos disponibles. Se incluyeron 310, 315 y 316 localidades para los años 2000, 2010 y 2020, respectivamente. Aunque hubo algunos cambios en los límites administrativos, estos no afectaron el análisis, ya que los datos se integraron en una cuadrícula de hexágonos previamente creada. En las zonas rurales, los datos de cada localidad se asignaron al hexágono correspondiente; en las zonas urbanas, se dividieron en los hexágonos según el área que cubrían. El análisis de vulnerabilidad comenzó con la selección de variables relevantes. A partir de investigaciones anteriores, se eligieron 19 indicadores, de los cuales 15 fueron utilizados tras realizar un análisis estadístico. Estas variables incluyen aspectos sociales, económicos y estructurales que influyen en la vulnerabilidad de la población. Se aplicó un análisis factorial, una técnica estadística que permite reducir el número de variables y desarrollar índices de vulnerabilidad. Este análisis permitió identificar los factores que influyen más en la vulnerabilidad de la población, tales como la falta de servicios de salud, el nivel de educación, la pobreza, el género, el empleo y la marginación (carencia de servicios básicos como agua o electricidad). A partir de estos factores, se desarrolló un índice de vulnerabilidad social para cada año, lo que permitió comparar los niveles de vulnerabilidad entre las localidades. Al igual que en estudios anteriores, la exposición a huracanes se calculó tomando en cuenta la densidad de población, es decir, cuántas personas viven en cada área.…