Cultivo vivo

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3 marzo, 2022 0
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Por: Nicole Hernández Russi*

“Siempre voy a la pescadería para ver precios.

—Mire señora, este es un producto súper bueno, es sano, no tiene grasas malas […] es pura proteína.

—Ay sí, pero está feo, oiga.

Y he logrado que se lleven el pulpo. A mí me gusta cocinar y de paso les doy recetas, como el pulpo en escabeche, es buenísimo”.

Dieciséis años de trabajo es lo que lleva el Dr. Carlos Rosas investigando el pulpo rojo (Octopus Maya) en las instalaciones de la UMDI (Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación), en el puerto de Sisal, Yucatán. Antes de que estas se construyeran, él empezó trabajando con camarón. Sin embargo, a su llegada al estado, el gobernador en turno pidió a la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) hacer algo por el pulpo rojo, especie que solo puede encontrarse en la península de Yucatán y es de gran relevancia económica. El Dr. Rosas, en cierto modo, se había agotado por el estudio del camarón y decidió trabajar con el otro recurso como su segundo amor. “Es como cuando te enamoras por segunda vez, tienes el ansia de aprender y descubrir y siempre el temor de fallar, es como un nuevo amor”.

Al igual que al comenzar cualquier nueva relación, quiso cambiar las circunstancias y empezar a conectar el Laboratorio de Ecofisiología de Organismos Acuáticos con uno de los actores más importantes de la zona costera: los pescadores. Les comentó sobre el proyecto pero no mostraron interés, sin embargo, sus esposas sí. Fue entonces cuando empezó a trabajar en conjunto con las señoras: los investigadores proveyeron de los tanques y los pulpos silvestres, mientras que ellas consiguieron alimento para pulpo (desechos de producción pesquera, jaiba, etcétera), con lo que empezaron de cero una asociación y cooperativa que permanece hoy en día. Sin ideas certeras sobre lo que encontrarán, el investigador decidió lanzarse de lleno al estudio del pulpo.

En conversaciones con otros colegas de la academia, le comentan sobre las dificultades de la crianza del pulpo: se escapan de los tanques y se comen entre sí. Aun con todas las dificultades que llevan consigo los inicios, lograron que los pulpos crecieran aceleradamente. Al final, las señoras se quedaron con los pulpos para su venta, y el doctor y su equipo, con los datos.

“Siempre empujamos al grupo de señoras a que tuvieran su propio medio, a que escalaran la producción del pulpo de laboratorio a uno comercial. Se consiguió el dinero por medio del programa de pequeños subsidios de las Naciones Unidas. Ahora ellas colaboran con nosotros”, comenta sobre la granja de pulpo de la cooperativa, que iniciará operaciones el próximo año.

En esta nueva relación entre el Dr. Rosas y el pulpo había dos problemas principales: la reproducción y la alimentación. Las hembras solo desovan una vez en su vida y lo hacen en cuevas oscuras; en el laboratorio, las hembras ponían los huevos en el nido y los tiraban por estrés. El equipo del investigador se percató de que había muchos factores por controlar, principalmente la luz. De esa forma, se acordó que en el cuarto de desove hubiera luz roja tenue. A su vez, desarrollaron incubadoras de huevos para poder manejar bien a la hembra en un lugar, y a los huevos en otro. Fue entonces cuando se comenzaron a producir embriones y, posteriormente, crías.

En cuanto a la alimentación, se desarrolló un alimento especial basado en el proceso de liofilización, que consiste en una sublimación: el producto se mete congelado en la máquina, que extrae el vapor de agua sin pasar por el estado líquido, y queda en la parte superior del equipo el producto con sus propiedades naturales sin agua, con la cual pueden hacer la harina para el alimento. Con la reciente adquisición del equipo, la cual fue por medio de una donación, pasaron de producir 100 gramos de alimento a la semana a producir de 2 a 3 kilogramos.

Pero no todo es felicidad. El Dr. Carlos y su equipo están investigando qué sucedería con los pulpos en los casos de olas de calor, cada vez más frecuentes en el mundo.

“El problema del cambio climático no solo es el incremento del calor, sino que las variaciones estacionales son cada vez más drásticas. […] Los pulpos son sensibles a la temperatura y entre 22° y 26 °C se desempeñan muy bien. Ya hemos observado que embriones y juveniles provenientes de hembras estresadas térmicamente tienen tasas de crecimiento menores porque sus tasas metabólicas van en aumento. Tenemos una hipótesis, la herencia epigenética. Los animales experimentan una condición ambiental a la que no están del todo adaptados o puede tener efectos de una generación a otra. […] Los pulpos son animales que desovan en invierno. Si el invierno es corto y la temperatura en primavera o verano es muy alta, son los embriones o juveniles los que presentan problemas. Si el verano es muy tórrido y hay una ola de calor, aunado a un invierno corto, las hembras van a experimentar dicho problema metabólico”, afirma. En todo caso, en las instalaciones de la UMDI se estudian embriones, juveniles y reproductores en distintos escenarios.

Con respecto al cambio climático, el Dr. Carlos comenta: “Nosotros no le podemos bajar la llave al calor, podemos producir información que permita a alguien que tome las decisiones para que se prevean cosas. En México esa cultura no es tan clara. En nuestro país no hay previsión […] son los hijos o los nietos quienes lo van a ver. Los que lo estamos sabiendo somos nosotros. No les podemos echar la culpa a los abuelos porque no sabían, nosotros ahora lo sabemos, entonces tenemos una responsabilidad conceptual, porque sabemos, somos cómplices. […] Tenemos esta bola de cristal que nos indica con los datos de una investigación lo que pudiera ocurrir ante olas de calor más frecuentes […] un año no es un problema, baja la producción y la industria se ajusta, pero dos, tres, cuatro años seguidos… y es lo que se está viendo. Esto no va a ocurrir mañana. […] Si se siguen calentando las zonas, la población de pulpo se irá más al fondo; los pescadores son artesanales, si se van a agua más profunda, la fuerza pesquera va a tener que cambiar a botes más grandes. No van a tener recursos para algo mayor”.

Por otra parte, en la UMDI Sisal no solo investigan el pulpo rojo, también otras especies que conforman el ecosistema en conjunto con el pulpo, sus presas y sus acompañantes, como jaiba, mero, moluscos como la chivita, babosas de mar y pepino de mar, van en la dieciochoava especie que se investiga con un enfoque biológico-térmico. A pesar de los grandes esfuerzos que se realizan, aún hay poca gente trabajando con cefalópodos. Apenas hay 75 especies de pulpos identificados y se cree que hay más de 150. En México, la UMDI Sisal estudia la especie de manera paralela a algunos grupos en el Cicimar (Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas), en Baja California Sur; el Cibnor (Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste), y algunos otros investigadores en Campeche.

A la par de sus actividades de investigación, el Dr. Rosas también ejerce la docencia e imparte materias como Ecología Energética en la Licenciatura en Manejo Sustentable de Zonas Costeras, en la ENES Unidad Mérida. La docencia también lo ha motivado a seguir investigando sobre el pulpo rojo: “Hay varias motivaciones en una persona, en un académico como yo. La motivación del pulpo es indudable, es este enamoramiento con el recurso, pero la otra motivación es ustedes, los estudiantes. Yo se los digo siempre. Nosotros somos empleados de ustedes, somos servidores públicos, nos paga el Estado y somos privilegiados porque, además, hacemos lo que nos gusta, lo que nos motiva, lo que nos enamora. Pero somos sus empleados, de la sociedad. La motivación es esa, servir a una sociedad que nos da ese privilegio. Es una responsabilidad. ¿Por qué el pulpo? Porque es útil. Para poder manejar adecuadamente los recursos, necesitamos conocerlos profundamente. Filosóficamente, la motivación es estequiométrica. Tiene que serlo”.

En cuanto a los principales retos que ha enfrentado durante los dieciséis años de investigación del Octopus Maya, comenta: “Uno de los retos es siempre estar sumando, articulando. La articulación tampoco es muy fácil en México. Parte del principio de reconocernos unos a otros con el potencial que tenemos para resolver un problema con la suma de recursos, pero, si los recursos son pocos, entonces lo que nos convierte es en competidores y no en gente dispuesta a colaborar. Estoy intentando que esto no ocurra así, articulando con distintas instituciones y personas para resolver problemas, incluir a la sociedad, a los usuarios, a las cooperativas y a los pescadores, porque ellos también saben cosas que nosotros no sabemos que saben. Yo creo que, si logramos articular las cosas, entonces vamos a lograr mucho y resolver esas partes que faltan”.

Finalmente, el doctor menciona su perspectiva sobre la reacción de la comunidad de Sisal frente a su trabajo: “Yo creo que no hemos hecho suficiente —esa es la autocrítica— para hacer del conocimiento de la gente lo que estamos haciendo y las repercusiones que tiene. Deberíamos de hacer más. Por eso la importancia de la divulgación, de la difusión. No estamos haciendo suficiente de eso. Deberíamos tener actividades más intensas de acercamiento con la comunidad. Por ejemplo, un Festival del Pulpo sería magnífico en Sisal, que lo vendan con distintas recetas. Igual se puede construir una planta de procesamiento de desecho de pulpo y pescado para darle valor agregado, la propia granja de la cooperativa, que no solo sea para venta, sino también guías turísticas para conocerlos”.

Agradezco al Dr. Carlos Rosas por abrirme las puertas, no solo del laboratorio, sino de su persona; por compartir sus conocimientos, preocupaciones y motivaciones en este largo viaje científico.


* Nicole Hernández Russi, alumna de la Licenciatura en Manejo Sustentable de Zonas Costeras. ENES-Mérida, UNAM.

Contacto: 316154705@enesmerida.unam.mx  / korussi12@gmail.com